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El Papa Francisco: su mensaje está lleno de ética y amor.


La iglesia de Lérida Tolima quedaba junto a la casa de mi abuelita y la pared posterior del altar daba contra el patio; con una totuma, mi mamá me bañaba en la alberca donde el abuelo cada mañana se afeitaba. Para entonces había un panal de abejas que se instalaron sobre la altísima pared de la iglesia; yo encantado pasaba mi tiempo observando el laborioso trabajo de las abejas.

Mi contemplación paraba cuando puntualmente todos los días, el sacristán subía al campanario y con energía tocaba las sonoras campanas que se escuchaban con alborozo, hasta la última casita que se asomaba sobre el barranco, desde donde se observaban las luces nocturnas del pujante Armero; entonces mamá me agarraba apresurada y junto a mi abuela marchábamos alegres para entrar con el cántico: somos los peregrinos; aún lo recuerdo a pesar que poco se canta, porque hay otros cantos tan bonitos como ese que aprendí de pequeño.

Ellas, -mi madre y mi abuela-, usaban un velo en sus rostros, y ahora, estoy seguro que esa sana costumbre, las revestía de altivez y de más bondad para asistir a la misa.

Aprendí de la mano de dos grandes mujeres, el afecto por ir a misa, haciéndome partícipe hasta hoy, del bonito mensaje de amor que se fija en el corazón de los feligreses que escuchan al sacerdote.

Con ese espíritu crecí y pese a las voces disonantes, y las voces que maltratan sin escuchar, las que contaminan en las redes sociales con ataques ácidos, disparados solo para llevar la contraria o para herir...; pese a los errores y críticas justas e injustas hechas a la iglesia católica a largo de su historia, sigo fiel a ella, por la razón simple de que al estar conformada por seres humanos que se caen en el camino de su pregón, cada vez se ha levantado con entereza para llevar con claridad ese mensaje que contagia: ¡la vida de Jesús..., su paso por la tierra!

Reflexiones: a menudo reflexiono sobre tantas leyes, normas y decretos que rigen la vida diaria del país; seguramente eso sucede en otras naciones. En el pasado cerca de 600 mandamientos regían las leyes inspiradas en Moisés; la iglesia motivada por la presencia de Jesús hace 2.000 años, se ha levantado con pragmatismo y valor, defendiendo el más claro mandamiento de Jesús durante su vida terrenal: amar al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente y amarás al prójimo como a ti mismo.

Esa profunda simpleza aliviaría cualquier guerra, terminaría con cualquier conflicto, animaría la justicia social que pregonan los nuevos partidos y candidatos políticos en el mundo, y nos evitaría muchos problemas. Pero como seres humanos nos equivocamos y de ahí lo difícil de ser coherentes y consistentes con la misión que tenemos en la vida.

Por fortuna y gracias a Dios conocí a mi esposa, quien más consagrada en la tarea de educar a nuestros hijos, los enseñó desde chicos a rezar y respetar, así como ella aprendió de sus abuelitas, de su madre, y como yo observé desde mis visitas a la casa de mi abuelita. Entonces la lógica indica que nuestros hijos creen en Dios y con tranquilidad, esperamos que sus compartimientos permanezcan ligados al amor, a la ética cristiana y al respeto por el bien de las personas con las que se  relacionen.

En Colombia, ante la falta de respeto por la autenticidad y originalidad, la modernidad orienta a copiar lo que está de moda en otras culturas, a suprimir los símbolos que me animaron desde pequeño, a esconder el valor de defender en lo que creo; por eso nos va calando el miedo de hablar con alegría sobre mis principios de cristiano católico, porque si lo digo a menudo, estoy haciendo exclusiones y perjudicando a quien no piensa igual a mí. Pero Nó: por sentido común y por principio cristiano, nunca olvidaría que debo amar y respetar a quien no piense como yo.

En realidad, los enfoques de la política que busca justas reivindicaciones sobre quienes históricamente fueron oprimidos por fuerzas poderosas, se han deformado en pura retórica que no se conmueve con la inclusión, pues en la práctica, a menudo las políticas que se hacen llamar defensoras de la diversidad, poco hacen por la equidad, y eso más bien, es un trabajo que corresponde sacar adelante a quienes nos identificamos como cristianos.

He observado en algunos espacios oficiales, como las altas cortes de la justicia humana, que se ha prohibido colocar un crucifijo, y en lugares donde se cuece la política internacional, como es el caso de las Naciones Unidas, no se pude hablar con la misma alegría de nuestros ritos y costumbres católicas; porque puedo estar haciendo exclusiones y maltratando la diversidad.

Estos asuntos que parecen más políticos que generosos, no van a privarme de expresar alegría por el arribo a Colombia del Papa Francisco, Pontífice 266 de la iglesia católica quien durante su pontificado, ha visitado 27 países en 19 salidas internacionales; nuestro país es el 28° que visita.

Los sacerdotes y el Papa, como soldados:
El apostolado de los sacerdotes o pastores de las iglesias cristianas que he conocido a lo largo de mi vida, tiene semejanzas con la vida un soldado; esos soldados que van llenos de valor a los lugares más recónditos y que no esperan nada a cambio, solo aman su país y lo defienden hasta con su propia vida. Los sacerdotes aman a Jesús y entregan su vida evangelizando.  

Mucho bien le hace a la nación que los soldados colombianos dentro de las décadas del crudo conflicto armado, han venido transformando sus doctrinas, dando prelación a la ética militar, adquiriendo una coraza inexpugnable que les permita protegerse de tentaciones de cualquier orden que les inciten a incumplir con su deber.

Estos cambios, adquieren mayor dimensión al interior de una sociedad sedienta de reconquistar la ética y la moral; esa que nos fortalece para no caer en injusticias y en actuaciones fuera de la ética, esa que nos permite levantarnos ante las dificultades para seguir adelante construyendo país.

El Papa Francisco, está llegando a Colombia, y ojalá nunca se fuera.
Por esto, voy corriendo hacia el tumulto de miles de colombianos que intentan ver al papa Francisco en Bogotá.

Voy de prisa hacia el parque Simón Bolívar; y no importa verlo ni oírlo desde lejos, pero quiero estar un poco más cerca, para percibir la alegría que desbordan miles de fieles que tienen la posibilidad de palpar su lenguaje lleno de sencillez, esa que invita a la paz, y, a la reconciliación....; ojalá su mensaje lleno de ética y amor se quedara siempre con nosotros. 

Quienes lo seguimos  con cariño y respeto, sentimos que él nos recuerda en cada palabra, el mensaje lleno de amor que Jesús nos dejó antes de morir en la cruz; seremos privilegiados durante estos días, porque el espíritu vivo de su palabra, se escuchará en las nutridas concentraciones de fieles en Bogotá, Villavicencio, Medellín y Cartagena.


Francisco es reconocido por su humildad, por su compromiso con el diálogo con personas de diferentes orígenes y credos; es el primer Papa jesuita y el primero proveniente del hemisferio sur. Es el primer pontífice originario de América y el primero no europeo desde el Sirio Gregorio III ―fallecido en 741―.

¡Qué privilegio tenerlo en Colombia Papa Francisco, qué alegría poder estar cerca de usted!
Qué bonito poder escuchar y meditar sus palabras frescas que nos invitan a cuidar lo nuestro, a respetar la creación. En su encíclica «Laudato si’, mi’ Signore» – “Alabado seas, mi Señor”-, Francisco hace un llamado a la humanidad en “poner el mayor cuidado sobre nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba”, el Papa nos enseña como cantaba San Francisco de Asís, pregonando el cuidado por nuestra casa común, el planeta tierra, a quien describe como una hermana, con la cual compartimos la existencia: “es una madre bella que nos acoge entre sus brazos”.

Por eso, desde sus pensamientos nos exhorta a pedir a Dios, que nos enseñe a contemplar su magnificencia en la belleza de la creación, y que despierte nuestra gratitud y sentido de responsabilidad, que tanta falta hace en nuestro hermoso país, agobiado hoy, por las  contradicciones y las rivalidades.

La clave de Francisco se encuentra en su amable liderazgo lleno de amor, que ha hecho renacer un nuevo período de confianza, llenando de fe el seno de la iglesia católica, guiándola por  el difícil camino de la unidad y la misericordia, invitándola a desarrollar más familiaridad con Dios.

La iglesia necesita cientos de valientes sacerdotes seguidores de los postulados de Jesús y necesita legiones de fieles que se sumerjan en el respeto y el amor por el prójimo; el país necesita vigorizarse con los principios y valores cristianos que le ayuden a conquistar la honestidad y la ética.

El Papa Francisco insiste que los abuelos son importantes en la familia, para comunicar el patrimonio de humanidad, esencial hoy día en cualquier sociedad; el gran valor del Papa, se aprecia en su seguridad por la enseñanza de que el ser humano no es plenamente autónomo; tiene serias responsabilidades frente a su entorno; su libertad se enferma cuando se entrega a las fuerzas ciegas del inconsciente, de las necesidades inmediatas, del egoísmo y de la violencia.

Para el Papa Francisco, cada época tiende a desarrollar una escasa autoconciencia de sus propios límites y por eso destruimos tanto la tierra..., a los seres humanos. Es posible, que hoy la humanidad no advierta la seriedad de los desafíos que se presentan y la posibilidad de que el hombre utilice mal el poder, cuando no se somete a alguna norma reguladora de la libertad, sino únicamente a los supuestos imperativos de la utilidad y de la necesidad.

La ausencia de una ética sólida, de una cultura y espiritualidad que promueva la relación constante con Dios, que realmente lo limiten y lo contengan en una lúcida abnegación, es el clamor del Papa Francisco, ante la realidad de que el hombre hoy está más expuesto frente a su propio poder, que sigue creciendo, sin tener elementos éticos para controlarlo.

La clave de todo es el amor y eso lo contagia gratamente el liderazgo del Papa Francisco.

Los seres humanos han crecido pensando que éramos propietarios y dominadores de la tierra, autorizados a expoliarla. Nos enseña el Papa con su palabra asociada a la ética, que debemos reconquistar la opción preferencial por los pobres y nuestro compromiso de diálogo con personas de diferentes orígenes y credos. Francisco pone ante nuestros ojos la necesidad de enviar mejores señales de gestos indicativos de humildad y misericordia.

La visita de Francisco nos anima a construir el bien común, ese que el propio Papa nos ha señalado en sus encíclicas, cumple un rol central y unificador en la ética social, porque presupone el respeto a la persona humana con derechos básicos e inalienables ordenados para su desarrollo integral, y porque abriga a la familia, como la célula básica de la sociedad.

Ha dicho el Papa, que “el hombre es el autor del centro y el fin de toda la vida económica y social”; no obstante, cuando en el ser humano se daña la capacidad de contemplar y de respetar, se crean las condiciones para que el sentido del trabajo se desfigure; entonces conviene recordar -agrega Francisco-, que el ser humano es “capaz de ser por sí mismo agente responsable de su mejora material, de su progreso moral y de su desarrollo espiritual.

Escrito en Chía, el 03 de septiembre de 2017.



Comentarios

  1. Muy hermoso mensaje y apropiado a tn magno evento y ojala que esta visita sea el preambulo a la nueva y moderna evangelizacion que necesitamos con ello ojala el PAPA se quede en Colombia.

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    1. Muchas gracias.
      Debemos tratar de llevar a la práctica el mensaje del Papa Francisco, como norma de vida diaria.

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Mil gracias por sus amables comentarios

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