La iglesia de Lérida Tolima quedaba junto a la casa de mi abuelita y
la pared posterior del altar daba contra el patio; con una totuma, mi mamá me
bañaba en la alberca donde el abuelo cada mañana se afeitaba. Para entonces
había un panal de abejas que se instalaron sobre la altísima pared de la
iglesia; yo encantado pasaba mi tiempo observando el laborioso trabajo de las
abejas.
Mi contemplación paraba cuando puntualmente todos los días, el sacristán subía al
campanario y con energía tocaba las sonoras campanas que se escuchaban con
alborozo, hasta la última casita que se asomaba sobre el barranco, desde donde
se observaban las luces nocturnas del pujante Armero; entonces mamá me agarraba
apresurada y junto a mi abuela marchábamos alegres para entrar con el cántico: somos
los peregrinos; aún lo recuerdo a pesar que poco se canta, porque hay
otros cantos tan bonitos como ese que aprendí de pequeño.
Ellas, -mi madre y mi abuela-, usaban un velo en sus rostros, y ahora, estoy seguro que esa sana costumbre, las revestía de altivez y de más bondad para asistir a la misa.
Aprendí de la mano de dos grandes mujeres, el afecto por ir a misa,
haciéndome partícipe hasta hoy, del bonito mensaje de amor que se fija en el corazón de los
feligreses que escuchan al sacerdote.
Con ese espíritu crecí y pese a las voces disonantes, y las voces
que maltratan sin escuchar, las que contaminan en las redes sociales con
ataques ácidos, disparados solo para llevar la contraria o para herir...; pese a los
errores y críticas justas e injustas hechas a la iglesia católica a largo de su historia, sigo fiel a
ella, por la razón simple de que al estar conformada por seres humanos que se
caen en el camino de su pregón, cada vez se ha levantado con
entereza para llevar con claridad ese mensaje que contagia: ¡la vida de
Jesús..., su paso por la tierra!
Reflexiones: a menudo reflexiono sobre tantas leyes, normas y decretos que rigen la
vida diaria del país; seguramente eso sucede en otras naciones. En el pasado
cerca de 600 mandamientos regían las leyes inspiradas en Moisés; la iglesia
motivada por la presencia de Jesús hace 2.000 años, se ha levantado con pragmatismo
y valor, defendiendo el más claro mandamiento de Jesús durante su vida terrenal: amar
al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente y
amarás al prójimo como a ti mismo.
Esa profunda simpleza aliviaría cualquier guerra, terminaría con
cualquier conflicto, animaría la justicia social que pregonan los nuevos partidos
y candidatos políticos en el mundo, y nos evitaría muchos problemas. Pero como
seres humanos nos equivocamos y de ahí lo difícil de ser coherentes y
consistentes con la misión que tenemos en la vida.
Por fortuna y gracias a Dios conocí a mi esposa, quien más consagrada en
la tarea de educar a nuestros hijos, los enseñó desde chicos a rezar y
respetar, así como ella aprendió de sus abuelitas, de su madre, y como yo
observé desde mis visitas a la casa de mi abuelita. Entonces la lógica indica
que nuestros hijos creen en Dios y con tranquilidad, esperamos que sus
compartimientos permanezcan ligados al amor, a la ética cristiana y al respeto
por el bien de las personas con las que se
relacionen.
En Colombia, ante la falta de respeto por la autenticidad y
originalidad, la modernidad orienta a copiar lo que está de moda en otras culturas, a
suprimir los símbolos que me animaron desde pequeño, a esconder el valor de defender
en lo que creo; por eso nos va calando el miedo de hablar con alegría sobre mis principios de cristiano católico, porque si
lo digo a menudo, estoy haciendo exclusiones y perjudicando a quien no piensa igual
a mí. Pero Nó: por sentido común y por principio cristiano, nunca olvidaría que debo
amar y respetar a quien no piense como yo.
En realidad, los enfoques de la política que busca justas
reivindicaciones sobre quienes históricamente fueron oprimidos por fuerzas
poderosas, se han deformado en pura retórica que no se conmueve con la
inclusión, pues en la práctica, a menudo las políticas que se hacen llamar
defensoras de la diversidad, poco hacen por la equidad, y eso más bien, es un
trabajo que corresponde sacar adelante a quienes nos identificamos como cristianos.
He observado en algunos espacios oficiales, como las altas cortes de la justicia humana, que se ha prohibido colocar un crucifijo, y en lugares donde se cuece la política internacional,
como es el caso de las Naciones Unidas, no se pude hablar con la misma alegría
de nuestros ritos y costumbres católicas; porque puedo estar haciendo
exclusiones y maltratando la diversidad.
Estos asuntos que parecen más políticos que generosos, no van a privarme
de expresar alegría por el arribo a Colombia del Papa Francisco, Pontífice 266
de la iglesia católica quien durante su pontificado, ha visitado 27 países en 19
salidas internacionales; nuestro país es el 28° que visita.
Los sacerdotes y el Papa, como
soldados:
El apostolado de los sacerdotes o pastores de las iglesias cristianas que
he conocido a lo largo de mi vida, tiene semejanzas con la vida un soldado;
esos soldados que van llenos de valor a los lugares más recónditos y que no
esperan nada a cambio, solo aman su país y lo defienden hasta con su propia
vida. Los sacerdotes aman a Jesús y entregan su vida evangelizando.
Mucho bien le hace a la nación que los soldados colombianos dentro de
las décadas del crudo conflicto armado, han venido transformando sus doctrinas,
dando prelación a la ética militar, adquiriendo una coraza inexpugnable que les
permita protegerse de tentaciones de cualquier orden que les inciten a incumplir
con su deber.
Estos cambios, adquieren mayor dimensión al interior de una sociedad
sedienta de reconquistar la ética y la moral; esa que nos fortalece para no
caer en injusticias y en actuaciones fuera de la ética, esa que nos
permite levantarnos ante las dificultades para seguir adelante construyendo
país.
El Papa Francisco, está llegando a Colombia, y ojalá nunca se fuera.
Por esto, voy corriendo hacia el tumulto de miles de colombianos que
intentan ver al papa Francisco en Bogotá.
Voy de prisa hacia el parque Simón Bolívar; y no importa verlo ni
oírlo desde lejos, pero quiero estar un poco más cerca, para percibir la
alegría que desbordan miles de fieles que tienen la posibilidad de palpar su
lenguaje lleno de sencillez, esa que invita a la paz, y, a la reconciliación....; ojalá su mensaje lleno de ética y amor se quedara siempre con nosotros.
Quienes lo seguimos con cariño
y respeto, sentimos que él nos recuerda en cada palabra, el mensaje lleno de
amor que Jesús nos dejó antes de morir en la cruz; seremos privilegiados durante
estos días, porque el espíritu vivo de su palabra, se escuchará en las nutridas
concentraciones de fieles en Bogotá, Villavicencio, Medellín y Cartagena.
Francisco es reconocido por su humildad, por su compromiso con el
diálogo con personas de diferentes orígenes y credos; es el primer Papa jesuita
y el primero proveniente del hemisferio sur. Es el primer pontífice originario
de América y el primero no europeo desde el Sirio Gregorio III ―fallecido en
741―.
¡Qué privilegio tenerlo en Colombia Papa Francisco, qué alegría poder
estar cerca de usted!
Qué bonito poder escuchar y meditar sus palabras frescas que nos
invitan a cuidar lo nuestro, a respetar la creación. En su encíclica «Laudato
si’, mi’ Signore» – “Alabado seas, mi Señor”-, Francisco hace un llamado a la
humanidad en “poner el mayor cuidado sobre nuestra madre tierra, la cual nos
sustenta, gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba”, el
Papa nos enseña como cantaba San Francisco de Asís, pregonando el cuidado por nuestra
casa común, el planeta tierra, a quien describe como una hermana, con la cual
compartimos la existencia: “es una madre bella que nos acoge entre sus brazos”.
Por eso, desde sus pensamientos nos exhorta a pedir a Dios, que nos
enseñe a contemplar su magnificencia en la belleza de la creación, y que
despierte nuestra gratitud y sentido de responsabilidad, que tanta falta hace
en nuestro hermoso país, agobiado hoy, por las contradicciones y las rivalidades.
La clave de Francisco se
encuentra en su amable liderazgo lleno de amor, que ha hecho renacer un
nuevo período de confianza, llenando de fe el seno de la iglesia católica,
guiándola por el difícil camino de la
unidad y la misericordia, invitándola a desarrollar más familiaridad con Dios.
La iglesia necesita cientos de valientes sacerdotes seguidores de los
postulados de Jesús y necesita legiones de fieles que se sumerjan en el respeto
y el amor por el prójimo; el país necesita vigorizarse con los principios y
valores cristianos que le ayuden a conquistar la honestidad y la ética.
El Papa Francisco insiste que los abuelos son importantes en la
familia, para comunicar el patrimonio de humanidad, esencial hoy día en
cualquier sociedad; el gran valor del Papa, se aprecia en su seguridad por la enseñanza
de que el ser humano no es plenamente autónomo; tiene serias responsabilidades
frente a su entorno; su libertad se enferma cuando se entrega a las fuerzas
ciegas del inconsciente, de las necesidades inmediatas, del egoísmo y de la
violencia.
Para el Papa Francisco, cada época tiende a desarrollar una escasa
autoconciencia de sus propios límites y por eso destruimos tanto la tierra..., a
los seres humanos. Es posible, que hoy la humanidad no advierta la seriedad de
los desafíos que se presentan y la posibilidad de que el hombre utilice mal el
poder, cuando no se somete a alguna norma reguladora de la libertad, sino
únicamente a los supuestos imperativos de la utilidad y de la necesidad.
La ausencia de una ética sólida, de una cultura y espiritualidad que
promueva la relación constante con Dios, que realmente lo limiten y lo
contengan en una lúcida abnegación, es el clamor del Papa Francisco, ante la
realidad de que el hombre hoy está más expuesto frente a su propio poder, que
sigue creciendo, sin tener elementos éticos para controlarlo.
Los seres humanos han crecido pensando que éramos propietarios y
dominadores de la tierra, autorizados a expoliarla. Nos enseña el Papa con su
palabra asociada a la ética, que debemos reconquistar la opción preferencial
por los pobres y nuestro compromiso de diálogo con personas de diferentes
orígenes y credos. Francisco pone ante nuestros ojos la necesidad de enviar
mejores señales de gestos indicativos de humildad y misericordia.
La visita de Francisco nos anima a construir el bien común, ese que el
propio Papa nos ha señalado en sus encíclicas, cumple un rol central y unificador
en la ética social, porque presupone el respeto a la persona humana con
derechos básicos e inalienables ordenados para su desarrollo integral, y porque
abriga a la familia, como la célula básica de la sociedad.
Ha dicho el Papa, que “el hombre es el autor del centro y el fin de
toda la vida económica y social”; no obstante, cuando en el ser humano se daña
la capacidad de contemplar y de respetar, se crean las condiciones para que el
sentido del trabajo se desfigure; entonces conviene recordar -agrega Francisco-,
que el ser humano es “capaz de ser por sí mismo agente responsable de su mejora
material, de su progreso moral y de su desarrollo espiritual.
Escrito en Chía, el 03 de septiembre de 2017.
Muy hermoso mensaje y apropiado a tn magno evento y ojala que esta visita sea el preambulo a la nueva y moderna evangelizacion que necesitamos con ello ojala el PAPA se quede en Colombia.
ResponderBorrarMuchas gracias.
BorrarDebemos tratar de llevar a la práctica el mensaje del Papa Francisco, como norma de vida diaria.