Este Blog no es optimista y hay muchas razones para no serlo.
Veamos como no pierdo el ánimo, ¡tratando de desarrollarlo...!
Comencemos: la reforma rural integral que le debe el Estado y la historia al campo Colombiano, está
soportada en un pilar fundamental: el desarrollo humano[1] y este
determina un mejor bienestar para la gente que habita el país rural.
Esta lógica define como objetivo principal, potenciar y
preservar las libertades humanas: la libertad de desarrollar todo el potencial
de cada vida humana, no solo el de unas pocas ni tampoco el de la mayoría, sino
el de todas las vidas en cada rincón de Colombia, hoy, mañana y siempre.
Esta dimensión universal que debería preservarse en cualquier política pública, es lo que confiere al enfoque del desarrollo humano
su singularidad. Sin embargo, una cosa es el principio de universalismo y otra,
muy distinta, llevarlo a la práctica.
La teoría universal y la práctica son en Colombia como
la estrategia de descontaminar el río Bogotá; un sueño que quien sabe cuándo se
hará realidad. Llevar a la práctica la teoría, o sea, su ejecución o
implementación es como el agua y el aceite; no se fusionan..., no se
comprenden; están llenas de desconfianzas y de incertidumbres a causa del
incumplimiento del establecimiento, a causa de la debilidad institucional y por
su falta de consistencia estratégica.
En teoría, Colombia en un par de ocasiones se ha
proclamado como el país más feliz del mundo, ¿en realidad es la práctica de
toda la ciudadanía? ¡Nó!; hay mucha
gente que sufre porque no tiene bienestar y porque el Estado no instala bienes
de uso público donde se necesita, o porque el establecimiento gasta dinero
donde no se necesita.
Pero también, Colombia en su inconclusa forma de identificarse
para unificarse, se autonombró como la campeona mundial de las leyes.
¿Por qué? Todos los días se publican nuevas leyes, que hacen pesado al Estado,
porque lo vuelven cuadriculado y lo alejan del pragmatismo. Ahora corre el
cuento de reformar la constitución; cada hora se firman decretos, resoluciones,
directivas, se expiden reglamentos, se anuncian códigos para sancionar a quien
no se comporte bien en la calle, porque somos un país que no se educa a las
buenas; cada segundo miles de oficios salen de las oficinas públicas tratando
de poner orden, tratando que la gente haga lo que por naturaleza debería hacer
y tratando de que el Estado cumpla con su deber.
¿Será que nos
equivocamos al interpretar al general Santander?
Creo que Sí....el hombre de las leyes insistía hasta la
saciedad que la única forma de educar a los pueblos, era a través del respeto a
la ley[2];
siempre respetando a la ley, incluso cuando se producían malos resultados. Santander fue acérrimo
crítico del centralismo que hoy nos avasalla en las regiones; fue un
civilista, pero amigo de la energía que el ejército podía dar al Estado y
partidario de gobiernos con autoridad y fuerza, sujetos a leyes claras y respetuosas
de los derechos fundamentales del ciudadano; sencillamente fue un convencido de
la eficiencia del Estado.
Pero hemos equivocado el camino porque nos sumergimos
en un maremágnum de leyes, decretos, resoluciones y normas que poco se cumplen
y que casi nadie respeta; parece ser, que es mejor prometer y no cumplir, porque
el vacío, o mejor, el vicio del incumplimiento deja el espacio para hacer un
nuevo intento que lo devora el apetito de la corrupción o la mala política.
Pese a la
racional desconfianza, ¿es posible cumplir con la reforma rural integral
aplazada en Colombia?
La reforma rural integral (RRI), es un hueso duro de
roer; estamos sin plata y escasos de consistencia estratégica al interior del gobierno;
por ahora no hay posibilidades de sacarla adelante como se redactó el acuerdo con las Farc.
La teoría no hecha práctica durante décadas, nos
sumerge en el pesimismo. Otro signo que aumenta la desconfianza para sacar
adelante la reforma rural integral, es la polarización extrema del país, que ha
hecho que la racionalidad pierda valor y estamos corriendo el riesgo de que el
fundamentalismo derrote al pragmatismo; la calidad de nuestra política ha sido
degradada por la polarización y esto afecta cualquier plan.
La polarización está convirtiendo la inteligencia en
defecto, y como la debilidad institucional se ha vuelto crónica, los consensos
se están haciendo imposibles y el incumplimiento seguirá siendo una norma.
El peligro de la polarización lo afirma Joaquín
Villalobos[3],
es que las élites en disputa por el poder territorial, activan el miedo de la
manera más fácil y eso es peligroso porque reunificar un país dividido por el
odio puede volverse imposible; acá todo pensamiento moderado es estigmatizado o
considerado comunista.
La polarización es uno de los enemigos de las reformas,
porque hace que el país se revuelque en el caos y que los problemas
estratégicos se queden sin resolver, aumenta el riesgo de que llegue al poder un gobierno populista, o de
corte dictatorial con las banderas del cambio, de la reivindicación, que nos gobierne
con sometimiento, que persista el derramamiento de sangre, el saqueo a las
finanzas públicas, más disputas por la
tierra, más agresiones y asesinatos de líderes comunitarios.[4]
Para entender qué es lo que se necesita reformar, es
preciso reconocer que Colombia está dividido en dos países: uno urbano que se aproxima al desarrollo y otro rural sumergido en la
exclusión. En términos globales, el último informe de desarrollo humano del
PENUD registra que el país ha logrado avanzar a un ritmo importante en la
disminución de la pobreza, pasando en 2.002 de 49.7% de la población, a 27.8% en
2.015.
Pero hay grandes peros
desde la percepción de las realidades en los territorios donde viven los más
pobres. Un campesino, un colono que caminó con su mujer y familia desde el
Huila hasta el Orteguaza, buscando nuevas oportunidades, no entiende las cifras
que anuncian sobre la importante lucha que libra el gobierno contra la pobreza;
ellos, solo entienden de realidades y percepciones.
Una simple realidad: más que pobreza, en el campo
colombiano hay es indigencia. Mientras en las ciudades los pobres son el 30% y
los indigentes el 7%; en el campo los pobres son el 65% y los indigentes el
33%. Este es el resultado de décadas de abandono y olvido[5].
Si nos preocupamos por la informalidad en las ciudades, en el campo es mayor;
el 60% de la gente del campo practica labores informales, el 83% de esa
población rural está en el régimen subsidiado de
salud, o sea, solo la atienden si se encuentra al borde de la muerte.
Miles de
campesinos no tienen vivienda y quienes la poseen la tienen en mal estado; un
citadino arrugaría la frente cuando se acerque a un sanitario o letrina del país rural...; el sanitario no es como el que usamos quienes vivimos en
casas y apartamentos.
Un campesino
sobrevive en promedio con $230.000. No todos los hijos de las familias del
país rural van a la escuela; muchos raspan hoja de coca; el más avezado compra
moto taxi en Puerto Asís; el analfabetismo del país rural alcanza el 18.5% de
la población, el 60% de esa noble gente no tiene acceso al agua potable y el 85%
de la población campesina carece de alcantarillado.
El acuerdo
alcanzado entre el gobierno de Colombia y las guerrillas delas Farc, busca en
esencia cerrar las grandes brechas entre la ruralidad y las oportunidades que ofrecen
las ciudades urbanas, entendiendo por centro urbanos los que en su última calle
no tienen el cementerio del pueblo.
Cerrar brechas es
obtener más bienestar para quien no lo tiene; aproximar una educación con
calidad, instalar infraestructura, bienes y servicios; esos que integran las
regiones con el desarrollo y esos que le permiten al alcalde mandar sobre su
territorio con participación de la ciudadanía, percibiendo que el gobierno central
es su ángel guardián, que siempre lo acompaña y que nunca lo deja solo porque
siempre le cumple.
La poca inversión en el campo le agrega injusticia al problema de la ruralidad
nacional; allí persisten múltiples conflictos
relacionados con el uso y la tenencia de la tierra, y una deuda social enorme.
La reforma pendiente tendría que cambiar la injusta y desigual forma de vivir
en la ruralidad nacional.
Si no hay plata, ¿cómo financiar cada uno de los compromisos
planteados en la reforma rural integral (RRI)?
Las recientes
declaraciones del ministro de hacienda indican que ni raspando la olla habrá
plata para financiar el desarrollo del campo. Las instituciones poseen fuentes
de financiación y recursos propios o coordinados con la cooperación
internacional; pero las agendas sectoriales deben amarrar los recursos y sus
proyectos de inversión confluyendo en función de la RRI.
Cada institución ha
confeccionado su propia focalización a través de mapas con la geografía del
territorio; todos han hecho mapas: mapas de los planes de desarrollo con enfoque territorial: PEDET[6],
mapas de zonas veredales, mapas de contrato plan, mapas de contrato paz, mapa
de microrregiones, mapas de restitución de tierras, mapas de sustitución de cultivos
ilícitos, mapas de desminado humanitario.
¿En qué fallamos? los mapas del territorio deben hacerse con la gente; ellos
son los que saben. Las entidades nacionales deben responder a la gente del
territorio y no presentarse en las regiones avasallando; la forma de mirar el
territorio requiere estrecha complementariedad de roles.
Hay que corregir varias cosas en la aproximación a los
territorios: quien
coordina la oferta institucional, no debe avasallar; y para ejecutar, es preciso trasladar
el centro de decisiones al territorio rural, porque desde allí es que hay que
comenzar a construir ese Estado que no ha existido.
Es necesario cambiar la asignación de poder y
balancear la reasignación del gasto público vs la economía política sectorial que
se resiste a cambiar la dinámica del presupuesto nacional.
El andamiaje
institucional en Colombia es sectorial y los acuerdos firmados en el Teatro
Colón[7]
el 26 de noviembre de 2016, exigen un andamiaje territorial que conjuguen las
lógicas de cada sector.
Las normas y la forma como se distribuye el presupuesto, están ancladas a la costumbre y eso debe cambiar.
Las normas y la forma como se distribuye el presupuesto, están ancladas a la costumbre y eso debe cambiar.
Expertos en
desarrollo rural, afirman que durante los próximos 15 años el país
debe invertir cerca de 110 billones de pesos para atender la RRI y que
implementarla, exige pasar del 0.5% del PIB al 1.2 del PIB, y eso no es descabellado.
Las herramientas y los
recursos del sistema nacional de regalías, el Sistema General de
Participaciones, que transfiere por ley los recursos de la Nación a las
entidades territoriales, los recursos de cooperación internacional y las
entidades a cargo de coordinar la oferta y capacidades institucionales para las
zonas que se atenderán durante el posconflicto, deberán ponerse de acuerdo en
lo fundamental: qué necesitamos financiar, cómo usar con cuidadosa inteligencia
los recursos para la generación del desarrollo y competitividad del campo, cómo
transitar de una política subsidiaria a una verdadera política de inversión que
acompañe los programas que se integran en los PDET.
Los programas de sustitución
de cultivos ilícitos, las estrategias para descontaminar de minas antipersonal amplias zonas de la ruralidad nacional, así como los programas de
restitución de tierras y de atención integral de víctimas, van a requerir gruesos presupuestos para que su intervención sea integral y sostenible en el
tiempo. El gobierno anuncia grandes flujos de recursos de la noble cooperación
internacional; pero eso es marginal; las grandes reformas se hacen con los recursos propios de la nación.
Es demostrable que el
gasto público ha discriminado la provisión de bienes públicos, que se ha
despilfarrado y se ha perdido dinero; la inversión en el campo no puede hacer caso a la
austeridad y por eso se necesita un cambio de mentalidad y voluntad política para cambiar las dinámicas de los gastos.
La forma de planificar
el presupuesto en Colombia ha hecho crisis; eso de planificar por anualidades
no transforma nada...; no produce nada estratégico; solo mejora el
bienestar de contratistas y fortalece el clientelismo; la plata que gasta la corrupción suma más que lo que cuesta la reforma rural integral del campo y la educación de calidad que necesitan los colombianos.
En conclusión, la
reforma rural es un hueso duro de roer, por la flaca consistencia estratégica
de los gobiernos que no están preparados para hacer un cambio de mentalidad en
la descentralización, en la construcción desde el campo y en la necesidad de
cerrar brechas entre el país rural y el urbano. Incumplir ha sido la regla y el
Estado por ahora, No está preparado para asumir el desafío de hacer una reforma
estructural como la planteada en el punto dos de los acuerdos
firmados con las Farc.
Los gobiernos deben
graduarse en fortalecer sus instituciones, las alcaldías y gobernaciones, los
municipios débiles, los departamentos débiles; mientras tanto, los alcaldes deben saber cuáles
son sus compromisos y obligaciones; deben estar en capacidad de exigir a los
ministerios el cumplimiento de sus metas en las regiones.
El alcalde debe
enterarse del avance de su territorio, de las mejoras en el bienestar de su
gente; el alcalde debe ser promotor en la construcción de Estado, forjar una
ciudadanía más responsable y civilizada; mientras el gobierno central lo apoya con solidaridad y recursos.
El enfoque territorial es dinámico; no es una simple delimitación geográfica; facilita la paz territorial cuando al construirse en los territorios, la ciudadanía aprende a definir las reglas lógicas del respeto y la convivencia.
Finalmente el problema
de cómo hacer las cosas, exige poner a prueba
nuevos mecanismos de participación ciudadana y más diálogo territorial; es la
mejor forma de construir Estado donde no ha existido. El diseño de la
política pública se ha hecho con buenas intenciones pero se encuentra en pañales, porque todavía no contiene
el suficiente consenso, ni ha motivado el suficiente diálogo.
Escrito en Chía, el 21
de agosto de 2017
[1] Informe sobre Desarrollo Humano 2016, publicado por el
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) http://hdr.undp.org/sites/default/files/HDR2016_SP_Overview_Web.pdf
[2]
Francisco de Paula Santander, sus ideas políticas por Jorge Orlando Melo: http://www.jorgeorlandomelo.com/santander.htm
[3]
Polarización en Colombia, el peligro verdadero ttp://www.semana.com/nacion/articulo/polarizacion-el-peligro-verdadero/536934
[4] DENUNCIAN 335 AGRESIONES A DEFENSORES DE DDHH
EN 2017. http://www.contagioradio.com/somos-defensores-agresiones-en-2017-aguzate-articulo-45378/
[5]
Así es la Colombia rural. Revista Semana: http://especiales.semana.com/especiales/pilares-tierra/asi-es-la-colombia-rural.html
[6] Guía
con las siglas clave para entender mejor los acuerdos de paz. http://www.eltiempo.com/politica/proceso-de-paz/las-siglas-clave-para-entender-el-acuerdo-final-de-paz-39609
[7]
Oficina del Alto Comisionado para LA Paz: http://www.altocomisionadoparalapaz.gov.co/procesos-y-conversaciones/Documentos%20compartidos/24-11-2016NuevoAcuerdoFinal.pdf
Hay que cerrar brechaspara pider brindar a nuestro campo las oportunidades que el mundo actual requiere y poder competir xon el mercado agropecuario que algunos de nuetros vecinos que tienen mas limitaciones geogracas que nosotros y que estan a la vanguardia en exportaciones a nivel mundial.
ResponderBorrarAsí es; los gobiernos deben comprometerse en profundidad. No es cumplir, porque esto termina en mentir; se trata de comprometerse con mayor eficiencia, con ética institucional y recursos....y que los recursos se inviertan; que no se pierdan.
BorrarGracias, por su comentario.