Para alistarse en la Infantería de Marina,
en cualquier lugar de la marina, fuerza militar o policial, es
preciso desde el principio practicar un principio: obedecer; cumplir
con lo que se manda, acatar la autoridad, cumplir la voluntad de quien manda
dentro de la ley, cumplirle las normas que regula, obedecer los códigos de
ética y convivencia en el cuartel.
Para obedecer en el cuartel, se requiere
docilidad, sin que esto signifique una obediencia ciega, puesto que el superior
podría equivocarse; entonces se requiere de un gran aprendizaje y con el paso
de los días en la fila o en las aulas, se aprenderá, que una orden válida se
imparte con sapiencia y justicia.
Quien obedece con docilidad, aprenderá a
mandar con templanza, autoridad y liderazgo; esto no solo aplica en los
cuarteles, sino en cada espacio de la vida de cualquier ciudadano que reciba un
empleo donde tiene un jefe, en la vida de cualquier emprendedor, o gerente, cuyas
metas obligan a involucrarse con procesos en los que se afecte para bien, la
vida de personas.
Ya en la práctica la disciplina de
obedecer, de cumplir ciertas reglas o patrones que obligan a comportarnos de
cierta forma en sociedad, no es tan fácil como lo sugiere la teoría; la
disciplina implica la justa relación autoridad-subordinación, en la que una
persona dirige, ordena y otra obedece. Ser disciplinado no es nada fácil y
cuesta mucho, porque requiere aprendizaje, sacrificios, obediencia, docilidad,
persistencia y un gran aprecio por el orden.
De eso adolecemos mucho los colombianos y
aquí es donde quiero hacer mi llamado de atención.
A buena parte de los seres humanos los caracteriza
el desorden, cuando su forma de vida se compara con la estrecha relación que
debería existir con el universo, los planetas y las estrellas; es decir, con lo
superior, lo que se encuentra más allá del cielo que observamos sin
telescopios; allí en el inconmensurable e infinito espacio del cosmos, la
ciencia enseña un cúmulo de ejemplos sobre el orden, la perfección de la
creación y su evolución.
Ya en la tierra los humanos creamos el
desorden y qué difícil mantener el orden. Islas completas de basuras y desechos
navegan a la deriva de las corrientes oceánicas; las especies marinas encallan
moribundas en las playas, para avisarnos que sus buches, estómagos y hábitat,
se ha transformado en un mar de plásticos y de basura humana, que llegan al mar procedente de nuestros hogares.
En las calles de las densas ciudades, los
humanos no cumplen las reglas de comportamiento que obliga la convivencia
ciudadana, ni hacen caso a la autoridad; son reticentes a obedecer.
Basta con salir a conducir un vehículo y
atreverse a cumplir con las reglas de tránsito, para ver como florecen el
desorden y la indisciplina. Si tienes el valor de llamar la atención a quien
mal parqueado se encuentre, o al conductor que bajo conducta preterintencional
hace mal su entrada en la glorieta, corres el riesgo de ser atacado con
revolver en mano, o involucrarte en una trifulca de puños, varillas y crucetas. ¿Es mejor callar en
ese momento o reclamar respeto...?
En cualquier barrio, apartamento o
conjunto residencial, suele habitar la indisciplina y el desorden; cuando
alguien con valor exige mejores comportamientos, entonces sucede que es mejor callar,
porque se pone en riesgo tu propia vida, por la intolerancia de quienes
aborrecen el respeto, la disciplina y el orden.
La disfuncionalidad nos asaltó por la baja
estima a la obediencia y quiere imponer el desorden en el planeta Tierra. Si te
atreves a llamar la atención a tu vecino porque pone un cuadro o sube el
volumen de su música a la una de la mañana, con seguridad has perdido sus
afectos; si le llamas la atención porque su negocio informal te afecta el
bienestar y el buen vivir, si te atreves a denunciar o acudir a la policía,
seguramente desde ese momento pasas a ser su enemigo. Es mejor callar, te
lo advierte la conciencia al sentirte solo y sin apoyos.
Estos ejemplos de la vida diaria permiten apreciar, que nos encontramos lejos del orden con el que funciona nuestro sistema solar; la disciplina y el respeto, al no estar consentidas por la gente que habita la tierra, se ha rendido y permanece exhausta por el tamaño del irrespeto con el que nos comportamos en comunidad.
Estos ejemplos de la vida diaria permiten apreciar, que nos encontramos lejos del orden con el que funciona nuestro sistema solar; la disciplina y el respeto, al no estar consentidas por la gente que habita la tierra, se ha rendido y permanece exhausta por el tamaño del irrespeto con el que nos comportamos en comunidad.
La indisciplina y el desorden se han enquistado
en nuestra sociedad y se abre a empujones para conquistar e imperar. Si se
impone es
mejor callar, si se pierde en el silencio tu valor, pues te quedas
solo, y como ciudadano entras en completa decepción e indignación.
Ante la falta de autoridad suficiente que
brinde respaldo en todos los espacios de nuestra vida ciudadana; ante la falta
de educación, ante la sensación de miedo por la respuesta violenta, cuando con
valor pedimos respetar las normas de convivencia a quien en la calle o el
vecindario las viola..., ¿es mejor callar?
En conclusión, educar para aprender a
vivir en paz, es una necesidad a gritos de los países donde la indisciplina y
la desobediencia se tomaron los hogares y las calles de las ciudades.
Recapitulando: cuando no aprendimos o
desaprendimos por causa de la arrogancia y la irreverencia, cuando dejamos de
obedecer las sencillas reglas de civismo y de la urbanidad, ese día comenzó a
germinar una nueva clase de gente formada en el irrespeto y en la falta de
sentido común.
Ante esta clase de gente que habita desde
el vecindario más humilde, hasta el más encopetado, desde el cargo más
sencillo, hasta el más visible, es preciso nunca callar y
exigirles el respeto que merecemos quienes intentamos vivir en armonía con este
universo repleto de cosas bellas que siempre deben permanecer en orden.
Entonces..., ante tanto desorden, ante cualquier atropello, ante la
indignación, la decepción y falta de apoyo para que se imponga el orden,
características de una sociedad civilizada y de vanguardia, es mejor nunca
callar, así asumas altos riesgos que pudieran parecer innecesarios.
Acuérdate siempre del principio obedecer y que prima el orden, eso nunca te hará olvidar el deber de un buen ciudadano, y si eres fiel con la nación soñada, no te sentirás nunca solo, pues millones son ordenados, disciplinados y obedientes; la fidelidad ante esa multitud, te animará a sentir que es mejor nunca callar..!
Acuérdate siempre del principio obedecer y que prima el orden, eso nunca te hará olvidar el deber de un buen ciudadano, y si eres fiel con la nación soñada, no te sentirás nunca solo, pues millones son ordenados, disciplinados y obedientes; la fidelidad ante esa multitud, te animará a sentir que es mejor nunca callar..!
Escrito en Chía el 26 de enero de 2018 a
las 23:20h GMT
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