El presidente Iván Duque arrancó su gobierno con un estilo propio que busca innovar y muy cerca de las regiones. Foto: Twitter/Iván Duque |
Pienso que el presidente Iván Duque arrancó su gobierno
con un estilo propio que busca innovar: acercarse a la gente, medirle el pulso
a las regiones y buscar unidad en medio de tanto disenso, sin mirar el
retrovisor; pues un gobierno tan corto de tiempo, no puede gastarlo criticando
o lamentando; eso que lo hagan los fundamentalistas; el presidente solo tiene
tiempo para hacer cosas buenas y punto.
Que todos pasen a la fila, yo soy el presidente y se marcha a mi ritmo,
es la primera impresión y un buen augurio; así lo percibimos quienes observamos
su liderazgo en las primeras jornadas de trabajo; oportuno mensaje para una
institucionalidad ineficiente, apoltronada y anquilosada.
El presidente terminó sus primeros treinta días, gozando de una tranquila
pero relativa luna de miel, en todos sus frentes de batalla; necesitará una
especie de arreador eléctrico, para movilizar al Estado paquidérmico. A las instituciones se les debe señalar
caminos restringidos, rígidos, pero simples: obedecer, ejecutar; la prioridad es
el bienestar de la gente.
Dentro del equipo del presidente Duque, se nota una simbiosis de generaciones:
la que nació entre 1.945 y 1.964; establecida por los sociólogos como “Baby
Boomers”, o “generación grandiosa”; un buen número pertenece a la generación
“X”, nacidos entre 1.965 y 1.981, y algunos de la generación “Y” o conocidos
como los “Millennials”, (1.982 y 1.994); a estas dos últimos grupos del gabinete,
se les exigirá muchísimo.
En el equipo del presidente Iván Duque se percibe una clara simbiosis generacional. Foto:Cancillería |
No habrá tiempo para aprender, o para experimentar; solo existe tiempo
para trabajar y para velar por el buen rumbo del país.
La nueva generación de
funcionarios a cargo de implementar las políticas públicas, conjugan
conocimiento estratégico, técnico, gerencial y político; debe usar sus talentos
para construir el futuro de Colombia con grandes ideales; usar todas sus
capacidades para generar confianza ciudadana, sacar el mejor provecho de los
escasos recursos, mostrar sus habilidades para gestionar bienestar para todos y
vivir cada segundo de su trabajo con abnegada pasión por la gente.
Este gobierno deba enfrentar las más duras tormentas: quitarse la lápida como el mayor productor de cocaína en
el mundo, crear mejores condiciones en los campos del país rural, frenar el
asesinato de líderes sociales, cerrar el paso a las redes criminales que han
tomado ventaja sobre territorios donde se implementan los acuerdos con las
guerrillas de las Farc, y debe edificar los pilares para instituir una mejor
ciudadanía; tantos desafíos requieren de mucha inteligencia y amor por Colombia.
Por toda la indiferencia que durante décadas se percibe en la
institucionalidad que debió construir Estado en las regiones más olvidadas, es prioritario
apoyar a los alcaldes y gobernadores, para que abran el surco del desarrollo,
con políticas renovadas; y Nó con el exclusivo uso de la fuerza pública.
Ante la disfuncionalidad estratégica, en la lucha contra las drogas y
el desarrollo de la ruralidad nacional, se requiere unidad de mando; franqueza
en la coordinación interagencial, enormes dosis de bondad y solidaridad con los
ciudadanos. En cuarenta y siete meses que le quedan al gobierno, hay mucho por
hacer; se deben hacer obras que honren la esperanza de la gente, que sanen
tanta herida y dolor. No se puede seguir haciendo siempre lo mismo, para
obtener más de lo mismo.
Más allá de ajustar cualquier tuerca a la maquinaria de gobierno, hay
una carrera contra el reloj, que no admite errores; le llegó el turno a esta
nueva generación que representa al señor presidente y sus asesores. Quienes se
movilizan por la carrera décima en Bogotá, por la avenida Pasoancho en Cali, el
parque Berrío en Medellín, por cualquier plaza pública, calles, campos y
ciudades, esperan lo mejor de lo mejor.
Sin excusas: que no hay
recursos, que hay déficit; no se aceptará ningún tipo de excusas; la luna de
miel de los presidentes generalmente son cortas y terminan cuando toman decisiones
que no simpatizan a todos; en teoría los riesgos se asumen con buen cálculo,
pero en Colombia se necesita más ejecución que filosofía.
Para sortear las peores tormentas, el presidente Duque dispone de una tripulación
con mucho talento, y su partido, el centro democrático, así como todas las
fuerzas políticas divergentes del país, deben en medio de su disparidad, transformarse
en propulsores del desarrollo.
Las órdenes que transmite un capitán de barco al cuarto de máquinas, van
dirigidas con claridad y precisión, lo que permite poner full avante la nave,
para navegar con su marinería bajo la absoluta certeza, de poder capotear hasta
la más brava tormenta.
Pudes seguirme en: https://twitter.com/rafacolontorres
Escrito en Chía a los 05 días del mes de Septiembre a las 15:00h
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