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Estigmatizar es...


Terrible; un craso error de los seres humanos quienes antes de reflexionar reaccionan, acusan, suponen con gran velocidad; es común en la vida diaria que estigmaticemos individuos o grupos; que fijemos en nuestra mente, ideas que a menudo no son como las imaginamos, pero que difícilmente borraremos, porque la estigmatización además de contagiosa, teóricamente servirá como fundamento para justificar acciones.
Archivo personal BG(ra) Rafael Alfredo Colón Torres. Fotografía tomada por Pedro Luis Mogollón...
Cuando estigmatizamos, estamos ofendiendo, agraviamos el buen nombre, el honor, la dignidad, poniendo encima de la piel un hierro candente que deja una huella imborrable.

De ese tamaño es la estigmatización; una condición que seguramente nació con los primeros seres humanos. Quienes la padecen suelen ser excluidos y es socialmente perjudicial, más en un país como el nuestro, que acusa extrema polarización política; tan arraigada costumbre, sumerge la ciudadanía entre temores y desconfianzas.

Cualquier forma de estigmatización provoca deshumanización y afectación sicológica; la amenaza y aversión al otro, la despersonalización de los demás a través de caricaturas estereotipadas, los comentarios sin fundamento; las injustas comparaciones en contra de personas o individuos son nefastas, porque menosprecian el valor sagrado de una persona: su dignidad.

¿Quién no ha estigmatizado a un político de la vida nacional, a un deportista, a su vecino, empleado, subalterno, compañero de trabajo, a un familiar, grupo social, comunidad, a ciudadanos de un municipio, región o país, por sus actitudes, condición económica, sexual, credo, calificándola injustamente con la acusadora seguridad de poseer la absoluta verdad?

Yo he estigmatizado y lo recuerdo perfectamente en funciones de mi oficio...; en alguna ocasión atendí la llamada de un líder social, informándome sobre la demora en el paso de los campesinos hacia sus veredas. En un cruce de caminos, infantes de marina pertenecientes a mi brigada, instalaron un puesto de control militar de área; sobre ese punto, la guerrilla había establecido milicias que abastecían sus corredores de movilidad.

La guerra era cruel e intensa. 
Archivo personal BG(ra) Rafael Alfredo Colón Torres. Fotografía tomada por Pedro Luis Mogollón...
Las Farc usaban correos humanos que hacían inteligencia; ingresaban alimentos, pertrechos, elementos para confeccionar minas antipersonas. Mis hombres tenían la misión de ejercer control sobre cualquier persona, animal o cosa que cruzara por allí.

En este ejercicio, los transeúntes no podían avanzar hasta tanto confirmáramos su identidad; muchos no portaban sus documentos y tan solo eso, hacía tedioso el cruce de caminos; buscábamos elementos para fabricar minas artesanales en las remesas y paquetes que llevaban los campesinos a lomo de mula.

Si un caminante venía de cierta población donde teníamos la certeza que allí residían milicianos, se nos cruzaba por la mente que se trataba de un posible colaborador de la guerrilla; el mismo estigma construimos sobre ganaderos y políticos de la región; no nos fiábamos de ellos; no les permitía su ingreso a la brigada, pues los había encasillado como colaboradores de los paramilitares; la guerra en Montes de María, nos puso a desconfiar hasta de nuestra propia sombra.

Los estigmas que derivan en la conducta de prejuzgar, se estimulan dependiendo del contexto dentro del cual nos desempeñamos; a menudo nos convierten en paranoicos y terminamos cometiendo equivocaciones. En la vida profesional, o desde cualquier oficio, calificamos injustamente a las personas y aunque no lo parezca, ese comportamiento es racional. En este punto es donde tenemos la oportunidad de hacer correcciones, sobre la forma como evaluamos las profundas realidades individuales de cada persona.

La semana pasada llovieron críticas al señor ministro de la defensa nacional, porque durante un congreso, aseguró que la protesta social estaba financiada por organizaciones criminales; tal afirmación causó indignación desde distintas orillas de la opinión nacional, redes sociales, caricaturistas, y de quienes asumieron el rol de estigmatizados.

En buen momento el ministro Botero, corrigió las frases pronunciadas en Cartagena, aclarando que “uno de los derechos fundamentales es el de manifestarse pública y pacíficamente, y que no se puede permitir que grupos armados organizados al margen de la ley, oculten sus intereses detrás de ese derecho de la ciudadanía”.

Esta aclaración no fue creíble por sus críticos, y vale como “caso de estudio”, porque la legión de estigmatizadores no acepta aclaraciones; tiene la costumbre de apuntar su artillería hacia quien representa diferencias, o contra quien piensa distinto.   

Colombia necesita altas dosis de ponderación para edificar unidad nacional: la desconfianza es una enfermedad generalizada que se puede controlar; antes de responder acusando con el dedo, es mejor reflexionar; tal vez, una simple fórmula para comenzar a debilitar la estigmatización como costumbre, porque de lo contrario, seguiremos tejiendo “verdades" que más que irrefutables, están fundamentadas en rumores y mentiras. 
Si yo estigmatizo, si tú estigmatizas, si él estigmatiza, si nosotros estigmatizamos, si vosotros estigmatizáis, si todos estigmatizan..., aumentará la desconfianza, la confusión, la exclusión, el miedo y la violencia.

Es hora de parar esta pandemia, reconociendo que solemos equivocarnos, sin olvidar que NÓ somos perfectos; con la misma dureza que juzgamos, seremos juzgados y con la misma vara que midamos, seremos medidos. 
Escrito en Chía a las 16:43 horas del 16 de septiembre de 2018.



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