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Balance de los primeros 100 días del gobierno Duque...


Duque: construyendo su propia marca

El presidente Iván Duque tomó posesión del cargo el pasado 7 de agosto. / Cristian Garavito - El Espectador

Van 99 días y le quedan algo así como cuarenta y cinco meses al presidente Iván Duque para gobernar. El reloj no se detiene y el tropel de espectadores desde los cerca de 1.100 municipios del país cambia en cualquier momento sus percepciones. Por eso el cuidado de este gobierno para asumir con inteligencia estratégica todas las lecciones aprendidas del pasado reciente.

Durante estos primeros cien días, gratamente, buena parte de los colombianos pasamos de la histeria que dejó la ferviente campaña política a una transición que abriga esperanza y moderación: una luna de miel, que muy fácil se transforma en hiel. Todos esperamos del Gobierno que pase de inmediato a la acción, pero en tan corto tiempo no se perciben respuestas a tantos desafíos.

¿Qué hacer con el éxodo de miles y miles de ciudadanos venezolanos que disputan supervivencia con otro tanto de colombianos en busca de oportunidades? ¿Qué hacer con la indolencia de los impuestos y el IVA? ¿Cómo educar a un país mal educado? ¿Qué hacer para dejar de ocupar el primer puesto como el mayor productor de cocaína en el mundo? 

Duque o el regreso del clientelismo comunitario

En cualquier espacio cuestionamos la decena de problemas gruesos y hasta ahora no se tienen respuestas, y quizás el no tenerlas se deba a la necesidad de entender y comenzar a construir sobre lo que se recibe.

¿Por dónde comenzar a resolver tamaños desafíos? ¿La seguridad y la defensa nacional, la coca y el desarrollo rural, educación y bienestar para todos, el éxodo de venezolanos? ¿Cuál es la prioridad? Respuesta: todo debe hacerse al mismo tiempo con absoluta sincronización y armonía, porque los intereses de la nación deben protegerse con más capacidades institucionales, que es lo que más falta hace

Deseamos que el presidente ponga a sonar la orquesta bajo el mismo pentagrama y que ponga orden, que ponga a marchar a sus colaboradores con la seña única de su batuta, porque cuando tanto cacique manda, no hay poder humano que discipline la disfuncionalidad histórica que caracteriza al Estado colombiano. El presidente es quien manda y punto, todo el mundo a la fila.

Hasta ahora, la mejor noticia es que el gobierno Duque no volverá “trizas” los Acuerdos de Paz con las Farc, por eso los ajustes, la hoja de ruta, a cargo de acelerar la implementación de lo pactado. 

La confianza y la transparencia deben abarcar todos los frentes de batalla, y hasta ahora la estrategia más visible son los quince talleres regionales de diálogo Construyendo País, que no pueden ser un simple hashtag o saludo a la bandera, con presentaciones folclóricas y un nutrido comité de aplausos.

Gobernar no es sencillo, y menos por el desencanto histórico de la ciudadanía con lo público. Por décadas, la política se equivoca haciendo siempre más de lo mismo, se asfixia por su incapacidad de construir acuerdos a largo plazo y por la mezquindad de siempre: no acompañar las grandes reformas, mientras no se suministren dosis de “mermelada”.

En estos cien días observamos al presidente con posturas conciliadoras, empeñado en buscar equilibrios de pesos y contrapesos con la oposición o con el partido de gobierno. Necesita sacar adelante sus grandes programas y un Congreso solidario con sus iniciativas: esta será una batalla desgastante.

Hay exigencias: cada centímetro del territorio nacional requiere el imperio de la ley. Colombia exige que, al mismo tiempo que la Fuerza Pública cumple con su deber constitucional, lleguen las obras y los servicios públicos. La gente, además de seguridad, necesita eficiente autoridad civil, excelentes funcionarios públicos, sobresalientes alcaldes y gobernadores.

El país exige que cesen la violencia y las disputas intestinas: que no maten todos los días por cualquier excusa, que llegue responsablemente la acción decidida del Estado a la orilla de todos los ríos, caminos, trochas y veredas. Campesinos, pequeños productores, minifundistas, el movimiento social, los profesionales, los estudiantes y obreros, los indígenas y la población afro están reclamando mayor velocidad, integralidad y sostenibilidad en las políticas públicas, que se acaben los paños de agua tibia como estrategia del clientelismo.

Los desembarcos de tropas armadas sobre los campos y regiones ausentes de Estado son una película vista repetidas veces. Cada ministerio o agencia encargada de movilizar capacidades institucionales debe poner a fondo el acelerador y transformar las dinámicas territoriales en función del bienestar de la gente, agregar sentido de justicia social y desarrollar obras que se puedan palpar.

Hemos visto a un presidente cincelando un modelo propio, construyendo su propia marca, guardando distancia de los extremos que dividen al país, buscando acuerdos y convocando esfuerzos, desarrollando estrategias para cimentar sus pilares de gobierno: la legalidad, el emprendimiento y la equidad.

Si el presidente Iván Duque logra poner orden, fortalecer la legitimidad institucional y construir confianza ciudadana, habrá pasado con buena nota las asignaturas más importantes y se graduará como un buen gobernante.
*Brigadier General de Infantería de Marina, Rafael Alfredo ColónTorres
Escrito en el priódico El Espectador de Bogotá el 13 de Noviembre de 2018
Cuenta twitter: https://twitter.com/rafacolontorres

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