La falta de reconocimiento, la sordidez, la tacañería para reconocer
lo bueno, se llama mezquindad y acompañar con cicatería todo lo que huele a
proceso de paz, podría acercar al borde de la ingobernabilidad a nuestro gobierno,
más ahora que el movimiento social pone el pie sobre su acelerador.
Hoy, sobre cada espacio territorial donde se instalan mesas de diálogo
o de concertación, espacios para construir verdad y memoria sobre la guerra con
las Farc o el magnicidio de las Autodefensas, la gente espera que lo acordado con
esta guerrilla y con los “paras”, se cumpla.
Siempre La Paz ha sido la Noble misión de cualquier gobierno; por eso
la palabra paz, llena de esperanza cualquier política, pero este gobierno ya no
habla de paz, ni de posconflcito; menciona estabilización, el que la hace la paga; es decir, el lenguaje
cambió y esa no es la crítica; pues el gobierno elegido en democracia debe
imprimir su propia visión, pero que por favor ponga límites a la incertidumbre.
No estuvo presente el gobierno:
El pasado lunes con ocasión de cumplirse dos años de la firma de los acuerdos
del Teatro Colón, las Farc invitaron dentro del centro cultural Gabriel García
Márquez de Bogotá, a un acto de conmemoración; en medio del acto político, el
nuevo partido, junto a un reducido grupo de congresistas y líderes políticos de
izquierda, esperaban la presencia de funcionarios del gobierno de Colombia,
cosa que no pasó; eso sí, estuvo presente el representante de la ONU en
Colombia Jean Arnault.
Durante el evento, las Farc reconocieron que mucho se ha avanzado; que
el hecho de estar en ese escenario, tiene profundo significado democrático;
pero hicieron reclamos al gobierno, para que avance con paso firme en la
implementación del acuerdo.
Llegan datos desde las regiones
y los estudiosos del conflicto:
En medio de la incertidumbre que siembra la falta de claridad del
gobierno frente al acuerdo de hace dos años, aumenta la desconfianza por la
falta de planes para el desarrollo rural, por las nuevas amenazas crecientes en
territorios donde estaban las Farc; allí donde creció la coca fruto de la
sustitución compensada, se activaron una veintena de disidencias “PosFarc” con
opciones de “bandolerizarse” o transformarse en nuevas guerrillas, y junto a
decenas de bandas criminales, producen dolor de cabeza a una fuerza militar tan
profesional como la nuestra.
La política se hace pero no se
aplica:
Hay regiones del país sin conflictos armados, donde persiste la
debilidad institucional y los liderazgos fragmentados por la mezquindad de la
política; algunas comunidades no han hecho la reconciliación con sus vecinos de
vereda; permanecen los estigmas de la guerra, porque los fantasmas no se han
ido; la gente no olvida, no se ha terminado de reconstruir la historia, no se
ha escrito toda la verdad y por tanto, la memoria histórica es incompleta.
Las tareas mal hechas dejaron encendida la llama del odio y la
amenaza; eso pasa en cualquier región que ha vivido con la guerra a cuestas; el
efecto purificador o catarsis se debe seguir haciendo con relatos día y noche; por
eso debemos escuchar mil veces la misma historia.
Preguntas sin respuestas:
Hace algo más de once años en regiones como Montes de María, la Infantería
de Marina combatió con rigor a las Farc-Eln-Erp
y al paramilitarismo, con la misma intensidad tanto a unos como a otros;
allí todavía hay preguntas sin respuestas: Juan Ricardo* hoy joven
representante de las nuevas generaciones montemarianas nació el día que la
guerrilla asesinó a su padre; necesita respuestas de las Farc. Carmen Solís* necesita
preguntarle a los paramilitares donde está su esposo Joaquín*, porqué asesinaron
tanta gente en El Salado, Macayepos, Chengue, Mampuján y San Onofre. Carlos
Rodríguez* me pregunta con mirada acusadora: ¿general, por qué los
paramilitares hicieron eso?
Todas las preguntas requieren verdad verdadera, sin mezquindades y en
un proceso de paz, la mezquindad mata la verdad y oculta la memoria, restringe
las posibilidades de una reconciliación verdadera.
A ningún gobierno se le puede
olvidar que hay un tejido social roto en mil pedazos, la gente en las
veredas se comunicaba con susurros, con claves y señales; antes de este cruel
conflicto, a sus muertos les hacían entierros bajo el rito de las “siete
pisadas”, la gente se reunía con sus vecinos en los solares de sus casas, pero rompieron
sus vínculos familiares y tradiciones por causa de los desplazamientos.
Hoy, cuando ha cedido la intensidad del conflicto, aún no hay plena reconciliación;
las mujeres temen al río porque por allí pasaron flotando los cuerpos de sus
maridos, miran con recelo los bocachicos y capaces, pues en sus vientres encontraron
restos de sus seres queridos, asesinados durante el frenesí de la guerra.
No implementar el acuerdo con las Farc, es despedazarlo, es darle la
razón a la mezquindad. Sin la implementación de los acuerdos quedará mucha leña
cortada y con carbón encendido; el gobierno debe decidir si apagarlo con agua o
echarle gasolina.
*nombres cambiados
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Escrito en Chía el 28 de noviembre a las 11:30h
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