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La vida en Marte...


Sobre las periferias de nuestras ciudades latinoamericanas existe un elemento que las caracteriza: la incapacidad del establecimiento para resolver los problemas críticos de la comunidad y eso les  impide acceder a los derechos ciudadanos, o al disfrute pleno de sus libertades.


Imagen de la superficie de marte captada por la sonda europea "Mars Express" ESA

Similares razones ponen a millones de ciudadanos a sobrevivir en tierra infértil al borde del desierto o de un abismo, sobre un planeta donde es inhóspita la vida humana: lejos de la atención sicosocial, de la seguridad, del cuerpo de bomberos, de los programas de fortalecimiento organizativo, de la salud, la educación, de los servicios básicos que permitan a la gente vivir dignamente.

Lo que más se produce en esos lugares infernales son los “Gusanos de Pompeya”, esa criatura que habita en temperaturas tan calientes como la lava del Vesubio.

La tierra de las periferias marginales de nuestras ciudades y municipios es igual a la superficie de Marte: huellas de soledad y de abandono, tormentas de polvo con arena amarilla desértica, barrancos, surcos sin una gota de agua. 

La gente no es dueña del espacio de sus chozas o pesebreras construidas con sus manos polvorientas; no existen títulos de propiedad para nadie; los cables desordenados de la intermitente electricidad, están impregnados con arena del desierto marciano.

La gente antes de vivir, sobrevive:
Sin faltar, todos los años ese desierto es visitado fugazmente por quienes desempeñan o aspiran desempeñar los más altos cargos públicos; relucientes aterrizan escoltados provenientes de otro planeta; los nobles marcianos tan pronto llega el candidato o funcionario de turno, salen alegres y desempolvan el mejor de sus vasos para servir un jugo hecho con esperanza.

La CEPAL reportó 175 millones de pobres en Latinoamérica

Por distintas circunstancias allí se instalaron seres humanos capaces de resistir el sol de Marte; la miseria apenas da fuerza para espantar moscas; la gente mira el horizonte sin encontrar árboles frondosos; el polvo que penetra sus narices no les hace perder el chispazo de alegría que habita en sus ojos.

Durante el servicio militar visité varios parajes de ese planeta con infantes de marina, o en compañía de ilustres visitantes quienes a nombre de la política, arriban en mangas de camisa; la gente los percibe como habitantes de un sistema extraterrestre, y ven en ellos la mejor oportunidad para escapar de Marte.

En cualquiera de estos viajes, como si fuera hoy, un niño me contaba que su "padre murió por consumir muchas drogas, que se -endrogó- tanto, que se volvió como loco, se cogía la cabeza y quedó tirado en la pesebrera echando espuma por la boca".

Su mamá no tiene trabajo y no puede ver por ellos; no le alcanza lo que vende en la calle; su tío responde por todos; el mayor de sus sueños: tener un iPhone para enviar mensajes, ser político, para tener carros veloces escoltados que levantan grandes polvaredas, su cuento terminaba pidiéndome que le ayudara a cambiar su vida, consciente de su destino.

En medio del desierto me presentó otros dos niños: uno quiere ser camarógrafo como el que acompaña a los candidatos, otro, ser militar como su abuelo; los relatos no paraban y los niños me mostraban el vecindario.

Ninguno de estos tres chicos vive con sus dos padres biológicos; uno con su padrastro y otro con una madrastra; entre tanto un señor de 45 años me pedía ayuda, porque su esposa lo había abandonado al irse con otro, y él no podía alimentar a sus cuatro hijos, con el salario de la mina donde trabaja: en su rancho no hay nada más que miseria; ahora, debe pagar a su ex mujer cinco salarios mínimos por la demanda que le puso, y no tiene a quien acudir para dirimir su conflicto.

Cuando el sol calienta las guaduas o cartones del techo de cientos de pesebreras, su abrazador calor puede incinerar los nidos, llevándose de esta galaxia lo que se encuentre recostado, sin que un carro de bomberos llegue a tiempo.

La gente hizo sus trincheras desde mucho tiempo atrás y cada época de campaña llegan los políticos a pronunciar el discurso que el otro no ha dicho; a tomarse fotos con la miseria. En medio de fotos ensayadas, se dan cuenta del olor de la pobreza, mientras miran su reloj con gestos de afán o llenos de oficio; entonces su ayudante les pasa pañitos húmedos, para que huela una fragancia distinta a la realidad.

¿Cómo pagar la deuda histórica de estos territorios tan desolados como el planeta marte?
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe informó que, además, en sólo un año el número de indigentes en la región pasó de 70 a 75 millones
Desde pequeño recuerdo al Expresidente Alfonso López Michelsen hacer promesas junto a la casa donde nació su padre en Honda; he visto regiones enteras llenarse de promesas sin que podamos rescatarlas de ese planeta inhóspito.

El presidente Iván Duque acaba de cumplir sus primeros cien días en el gobierno y se graduará como buen gobernante si logra cambiar la forma de hacer política; él dijo en campaña que su bandera es la equidad.

Si persiste la incoherencia en la política, seguirá expandiéndose en nuestra Tierra la aridez del planeta Marte.  

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe, CEPAL, recientemente reportó 175 millones de pobres en Latinoamérica; e informó además, que en sólo un año, el número de indigentes en la región pasó de 70 a 75 millones.

En los techos de cada una de tantas invasiones alentadas por las violencias y el descaro institucional de varias décadas, queda la polvareda del Sahara, la fotografía de Marte, el ruido del desorden y las reglas del más fuerte; crimen, drogas, maltrato intrafamiliar e interestatal: la combinación perfecta para alimentar más conflictos.  


En tal sumo de miseria, se entrelazan historias desgarradas por sus habitantes, que hacen todo lo posible por sobrevivir durante la noche con la luz del firmamento, durante el verano con un sol inclemente, y durante los inviernos con el agua hasta el cuello...; son habitantes solitarios del planeta Marte.

Escrito en un vuelo entre Guayaquil y Bogotá el 08 de noviembre de 2018 a las 12:00h.

Comentarios

  1. Excelente narrativa señor General Colón. El tema y la comparación espacial inmejorables, Lo felicito.
    Aprovechando su valioso enfoque de la situación social de nuestro País, le ruego unas sugerencias para poner en práctica.

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