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Palabras con ocasión del Premio Nacional Liderazgo por La Paz...


Rafael Alfredo Colón Torres, premio Liderazgo por La Paz, Noviembre de 2015

La Paz hace referencia a ese estado interior desprovisto de sentimientos negativos como el odio, el rencor, el deseo de venganza. La Paz, evita hacer el mal y está por encima de cualquier ideología, credo, filosofía, o corriente política. ¡Es responsabilidad de todos...!

Es un honor y motivo de enorme felicidad, tener tan cerca de mi corazón a mi esposa y a mis hijos, a mis padres y seres queridos, a mis amigos y compañeros de trabajo, poder aprender de los nuevos amigos que han venido a este evento y poder compartir con tan selecto grupo de constructores de paz, en camino hacia un mejor futuro para nuestro hermoso país.

Pensando sobre lo que podía decir esta noche, he decidido compartir con ustedes algunos de mis sentimientos y pensamientos sobre las oportunidades de paz que todos los colombianos podemos abrazar. Una vez se superen todos los escollos de la ardua negociación con las guerrillas de las Farc, en un escenario de pos acuerdo, se abren enormes posibilidades sobre aquellos territorios rurales donde más intenso ha sido el conflicto.

Tan ambicioso proyecto necesita poner sobre la vanguardia de la paz, la certeza de aprender a vivir en armonía entre nosotros. Esto no es solamente un sueño, sino una necesidad. Dependemos los unos de los otros en tantas cosas, que ya no es aceptable vivir en la zozobra que produce tantos años de conflicto armado interno; es evidente que en medio del dolor, la vida persiste, en medio de la muerte, la vida renace, en medio de las injusticias, la lealtad permanece, en medio de la desesperanza, la esperanza se renueva, en medio de la falsedad, la verdad restaura, en medio de la oscuridad, la luz revive,

Y lo más importante, es que en medio del mal, el bien triunfa y para que se imponga sobre todas las cosas, hay que conservarlo vivo en el corazón, para que Dios lo alimente todos los días.

El bien que exista en nuestro corazón, debe traducirse en el idioma de la ilusión y de la perseverancia; el idioma del trabajo duro y del esfuerzo, es el idioma de la búsqueda de la paz,  por encima de cualquier contradicción.

Es para la paz, que nuestros jóvenes necesitan comprender el valor de su libertad y la de sus semejantes. Deben comprender las nuevas generaciones, que sus actuaciones impactan al vecino y que sus derechos no pueden cruzar el límite de los otros. Debemos ayudar a los jóvenes a advertir, que importante es su capacidad de transformar el curso de las cosas. Los jóvenes son responsables por el ejercicio de cualquier derecho o prerrogativa que les haya sido concedida, y en el ejercicio de esa libertad, pueden cambiar el mundo para bien o para mal.

La historia del país, desde su nacimiento como República, nos ha dado lapos y lecciones. Desde Bolívar y Santander no hemos logrado un estado de paz estable, que dure más de dos generaciones; seguimos enfrascados en sentimientos que nos dividen, en gritos que claman justicia, en sentimientos golpeados por el dolor que produce la violencia.

No podemos ser una nación habituada a las tragedias, ni atrapada por espirales de intimidación.
La Paz que nace en el hogar, tiene significados muchos más profundos, que la que se puede construir cuando se negocia la terminación de los conflictos armados, porque esa paz, si trasciende para toda la vida; fundar La Paz desde el hogar, es cincelar una Paz con ética sólida, con cultura de espiritualidad, porque en comunión con la esposa y los hijos, la familia trasciende los más nítidos valores morales que nos enseñaron los abuelos.

La Paz que debemos construir desde nuestros hogares, se arraiga en el respeto y una mejor valoración de nuestras vidas.

Esa Paz, nos abre la posibilidad de captar la variedad de las cosas en sus múltiples relaciones: los cabildos indígenas y los consejos comunitarios, las comunidades rurales y sus espacios geográficos, los colonos y sus sueños de exploración, los patrimonios ancestrales, como legados de la naturaleza; el lenguaje popular, para mantener la identidad original.

Por eso, debemos incorporar las perspectivas y los derechos de los pueblos con menos oportunidades; ni siquiera el concepto de calidad de vida puede imponerse, sino que debe entenderse dentro del mundo colombiano, como los símbolos y hábitos propios de cada grupo humano.

Con afecto les hago una propuesta:
Si tomamos conciencia del reflejo de Dios en la perfección de su regalo a través de la geografía colombiana, nuestro corazón experimentará el deseo de respetar a todas las criaturas que la habitan.

Frente a la complejidad y desazón por las que pasa cotidianamente nuestro País y, por ende, nuestro corazón, es urgente la propuesta del perdón, o la “necesidad imperiosa de perdonar y ser perdonado”. 

El perdón, - en una de sus dos dimensiones, - en este caso, la de “perdonar”, no se puede negar que está cargado de demasiadas heridas y cicatrices que le ponen candado al corazón porque tocan las emociones, los sentimientos y la razón, hasta el punto de bloquear la posibilidad de perdonar a quien hace el mal.

Pero también existe la otra dimensión: “ser perdonado”. Aquí pasamos de mirarnos en el espejo, a mirar por la ventana. Si nos colocamos, de frente a los otros, emerge una reflexión: aquella posibilidad de perdón que mis facultades le cierran al otro, ¿acaso no es la misma que se me obsequia cuando el otro la abre hacia mí con su perdón? La hermética actitud emocional de no perdonar a los que me hacen daño, empieza a diluirse en el bálsamo del perdón que los otros me han ofrecido.

La negativa a perdonar, empezaría a doblegarse ante la experiencia del haber sido perdonado. Quien ha saboreado el perdón, está armado de autoridad para perdonar. Entonces, la puerta al imperio del perdón queda abierta, porque así como nuestro corazón arde de rabia y de dolor, también puede ser abrigado por las brasas del perdón.

Siempre será mejor mirar a los demás, - tanto buenos como malos, justos e injustos, alzados en armas o no -, por la ventana del perdón y no por el espejo de las heridas, ya que la ventana nos ofrece el sol, la luz y el calor. ¿Qué podría irradiar en Colombia más que el sol?, seguramente el calor de un corazón iluminado por la luz del perdón. Claro está, un perdón dado con la medida de un corazón sin medida.

¿Qué puede venir mañana para Colombia?
Una vez inicie el primer día del pos acuerdo con las Farc, los colombianos se enfrentan a un nuevo escenario en el cual las armas de las Farc ya no se usan. Se necesita entonces grandes dosis de perdón y reconciliación, matizar lenguajes, construir nuevas esperanzas.

Para construir paz territorial, cada colombiano, puede contribuir a tejer lazos de pertenencia y de convivencia, que derribe las barreras del egoísmo y facilite mejores formas de relacionarnos.

Los colombianos pueden propiciar reacciones creativas. Si permanecemos pasivos ante las posibilidades de paz, al final no podremos escapar de las culpas colectivas que ha dejado la crueldad de la guerra.

La humillación, la frustración, la ansiedad, la confusión, la desolación, el desprecio y la venganza, se derribarán en la medida que sean superadas por la propuesta del perdón; solo así, podremos desprendernos del poder hipnótico de las guerras.  


¡Muchas gracias...!

Palabras pronunciadas durante la ceremonia de reconocimento al premino nacional Liderazgo por La Paz, en el Museo Nacional de Colombia, ciudad de Bogotá, en noviembre 18 de 2015, 18:30h 



















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