Guillermo Botero, Ministro de Defensa Nacional, General Diego Luis Villegas, comandante de la Fuerza de Tarea Vulcano |
El 19 de junio de 2008, tenía el grado de coronel y asistía a un
evento de reparación de víctimas en Montes de María; lugar: corregimiento de El
Saldo, donde los paramilitares destruyeron la vida de valiosos seres humanos a
quienes acusaban de colaborar con las guerrillas marxistas.
Trescientas madres cabezas de familia, esposas o hermanas de quienes
fueron asesinados por las autodefensas, narraban ante la Comisión Nacional de
Reparación y Reconciliación, la fiscalía y la procuraduría, el dolor de su
tragedia: “encontré a mi hijo asesinado por los paramilitares, cuando un perro
se le estaba comiendo el corazón”; -dijo llorando una de las madres-; el señor
fiscal me pasó el micrófono y mirándome requirió: ¡coronel qué tiene usted que
decir...!
Sin palabras preparadas, sin tiempo, solo con la firme convicción de
que las tropas que comandé, enfrentaron con determinación a las
autodefensas, atiné a decir lo que primero me salió del corazón: -“si en
los corregimientos de Macayepos, Chengue, El Salado, se cometieron masacres, y
las víctimas claman el perdón de todas las instituciones, si por algún motivo,
esas masacres se cometieron por descuido o falta de atención de las
instituciones del Estado, si alguno de los militares hubiera faltado a su deber
por omisión o por acción..., les pido perdón, con mucho fervor y
sentimiento".
Sentí que algo me pasaba por
dentro; era como un alivio...; en la noche los medios registraron mi
declaración de perdón; en casa, me hicieron la observación que yo no debía
haber hecho esas afirmaciones y que podían causarme problemas; mi comandante
directo me requirió inmediatamente por teléfono: “¡usted no estaba autorizado
para hacer ese tipo de declaraciones; es un acto individual, no institucional; sus
declaraciones incriminan a compañeros sin ser llevados a un juicio!”; le
respondí: -señor...; un oficial ha sido juzgado y condenado por los hechos del
Salado”-; mi comandante me recordó: existen protocolos de comunicaciones que usted
no puede violar.
Esa noche no pude dormir; temía
ser sancionado por desobedecer los protocolos; hasta entonces, a pesar de las
masacres, luego de varios años, nadie se había disculpado con las víctimas, y sin
duda, mi comandante tenía razón, pero yo pensaba que debí hacer lo que hice; fue
una instantánea reflexión moral, que no me permitió decir lo políticamente correcto.
En la mañana recibí una llamada
del entonces viceministro de la defensa y del señor vicepresidente de la
República, apoyando mi determinación en las declaraciones frente a las madres
de El Salado.
A los pocos días, el señor
vicepresidente de la República, en un acto público en Trujillo, Valle, pidió
perdón en nombre del Estado, por la masacre que en ese municipio perpetraron las
autodefensas; sentí enorme alivio; nunca recibí un llamado de atención formal
por mi impertinencia.
Refiero esta anécdota ante las
reacciones que causan las recientes manifestaciones de perdón público que ha
hecho el señor general Diego Villegas, comandante de la Fuerza de Tarea Vulcano
y responsable por la seguridad de las gentes, que habitan la convulsionada región
del Catatumbo.
Estoy seguro que el señor
general, hizo una instantánea reflexión moral delante de la comisión de paz del
congreso, de las autoridades que investigan el asesinato del excombatiente
Dimas Torres, de la comunidad a la que él se debe en cuerpo y alma; hizo lo
justo en fracciones de segundo: una reflexión
moral como responsable de la ética de sus hombres, así luciera políticamente
incorrecto; pesaron más sus sentimientos que los sensibles canales del mando.
El mismo general ha facilitado
las pesquisas y puso la cara ante las evidencias; sus hombres cobijados por la disciplina
y las reglas castrenses están a disposición de las autoridades y es claro que
ante un hecho tan violento, existen responsabilidades individuales; NO
institucionales; no son acciones de exterminio sistemáticas como podría juzgar cualquier
inquisidor.
Cualquier discrepancia política
que se suscite ante sus comandantes y ante el señor ministro de la defensa..., por
simple sentido común, debe ser temporal y mediática.
General de Brigada, Daniel Luis Villegas Muñoz, comandante del Teatro de Operaciones, región del Catatumbo |
La reflexión moral nos asalta a cualquiera, en los momentos de
crisis y cuestionamientos éticos; por eso, la declaración de perdón del señor general
Villegas: “lamento desde lo más
profundo..., no es suficiente..., pero sí estoy aquí..., no mataron cualquier
civil, mataron a un miembro de la comunidad, y por lo tanto el comandante ha
venido a poner la cara...; y aquí estamos..., lo lamento en el alma; en nombre
de los cuatro mil hombres que tengo el honor de comandar, les pido perdón...; esto
no debió haber pasado; y esto NO obedece a una acción militar...; yo no estoy
tranquilo con lo que pasó...; ni voy a arropar con la cobija de la impunidad a
las personas que lo hicieron...”
El señor ministro de la defensa tiene mucha razón; hay protocolos
de mando que se deben respetar; el señor general Villegas también tiene razón:
su reflexión moral no le dio tiempo;
hizo lo inusitado y extraordinario, porque además de encarnar la ética de su
tropa, también representa el buen nombre del ejército de los colombianos.
El general en su laberinto: solo
él conoce las pesadas cruces que está cargando en su laberinto; solo él puede
sentirlo; solo él lo lleva en la segunda piel que le ha otorgado la patria: su
uniforme militar camuflado y sus botas de combate, que todos los días, antes de
que salga el sol, ya las tiene puestas.
Escrito en Chía a los 30 días del mes de abril de 2019, a las 10:52h
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