Expresidente y actual senador Álvaro Uribe Vélez; senadores Gustavo Petro y Gustavo Bolívar. |
Es la lectura simplista
que entre café y café, me permito hacer al final de las elecciones regionales, de
mi país adolescente, dividido desde la independencia por las guerras
intestinas, y por las eternas tensiones que no permiten ponernos de acuerdo en
el modelo de país que queremos.
Los resultados de las
elecciones regionales, nos obligan a poner la mirada en el país rural y las ciudades región, donde bulle a borbotones, una fuerza que expresa rebeldía,
la voz ciudadana contra el Establecimiento, desgastado por sus ambigüedades,
por desconocer las verdades y realidades de millones de colombianos; por esa
institucionalidad, que insiste en seguir haciendo más de lo mismo desde tiempos
bicentenarios: disputas entre bolivarianos y santanderistas, centralistas y
federalistas, conservadores y liberales, pájaros y chulavitas, comunistas y
anticomunistas; y hoy, las recalcitrantes izquierda y derecha democrática, petristas y uribistas, dos
orillas enardecidas e irreconciliables.
El balance sigue siendo negativo, en términos de la corrupción que habita en las campañas políticas regionales y la disputa desvergonzada por ganar votos; las autoridades no han podido ejercer control efectivo para rescatar la política como instrumento de valor ciudadano.
El balance sigue siendo negativo, en términos de la corrupción que habita en las campañas políticas regionales y la disputa desvergonzada por ganar votos; las autoridades no han podido ejercer control efectivo para rescatar la política como instrumento de valor ciudadano.
Ha sido inevitable que
el clientelismo persista con su singular forma de corromper la relación entre amplias
facciones de la ciudadanía y la política; en algunos lugares sigue ganando el poder
del dinero sucio; pero en vastas regiones, no se ganó con tamales ni con
cemento; ganó el voto de opinión; surgieron expresiones de nuevos liderazgos,
con un claro mensaje para las dos causas más polarizantes de la vida nacional: ¡ni uribistas ni petristas!; estas voces
que abrigan el centro y que repelen los extremos, surgen de los ciudadanos de
la calle, que rechazan los modelos políticos, sociales y económicos, el
radicalismo, y las ideologías empecinadas en imponerse, pero incapaces de
innovar desde las realidades y las autenticidades propias de los colombianos.
El principal fenómeno
de las elecciones del domingo, fue el número de gobernaciones y alcaldías, obtenidas
por coaliciones (25 de las 32 gobernaciones)[1],
así como la aparición de nuevos mandatarios promovidos por grupos
significativos de ciudadanos. Esto podría leerse como la caída sostenida de los partidos,
pero más bien, queda la impresión, que las alianzas se hicieron solamente para
acceder al poder, dejando espacio a la tendencia del caudillismo.
Antes que ganadores y perdedores, hay que registrar que en las
principales ciudades del país, la política hizo sinergia, hacia una perspectiva
más afín al centro, poniendo marcación y distancia, del partido del gobierno.
La Bogotá de Claudia
López, y la Medellín de Daniel Quintero, ubicados en el centro-izquierda, así como todos los nuevos mandatarios
locales, deben guiar a los ciudadanos para lograr mejores índices de desarrollo
humano, más gobernabilidad entre la diversidad ideológica, y proteger la vida de excombatientes
y líderes sociales.
Sin duda hubo expresiones
colectivas, que votaron en contra de lo tradicional:
en Buenaventura ganó el paro cívico, en Soledad Fuad Char, recibió una gran derrota; en Chía perdió Gaitán Mahecha, en Sucre perdió Yair Acuña, en Magdalena perdió
el “clan de los cotes”.
¿Quién más perdió? Además de los uribistas
y los petristas, también perdieron algunos seguidores del expresidente
Santos; entre ellos la abanderada de la Colombia Renaciente; la doctora Clara López. Perdieron las mismas Farc,
pese a que uno de sus excombatientes, ganó en Turbaco, con el aval de la
Colombia Humana, y la Unión Patriótica; esto debe ponerlos a pensar, sobre alianzas
a futuro, para continuar el tortuoso camino de hacer política en Colombia.
Los acuerdos de paz y los resultados de las elecciones: las expresiones en las urnas, permite otra lectura; es positivo que la gente vaya perdiendo el miedo de inscribirse
en las elecciones locales y regionales; hubo mayor fortalecimiento en los espacios de participación ciudadana, antes
amarrada al miedo que produce el poder omnipotente de las mafias.
A Gustavo Petro, quien
encarna el delirio de la rebelión, jefe político de la joven Colombia Humana, se
le pulverizaron los ocho millones de votos, alcanzados durante las pasadas
presidenciales; perdió terreno donde esperaba triunfar; sus últimas decisiones generaron
divisiones dentro de su partido; aunque Morris, su candidato en Bogotá, sacó
una votación mayor a la que calcularon las encuestas, Petro es sin duda uno de
los mayores perdedores de las elecciones locales.
Al uribismo le queda
la figura refrescante de Miguel Uribe Turbay, joven promesa política de las toldas liberales, con matices más ponderados que los mismos uribistas, o impulsar otro buen candidato, como Rafael Nieto Loaiza.
Al expresidente Álvaro Uribe, le está llegando la hora de pensar sobre su honroso retiro, luego de ser de lejos, el más exitoso y persistente batallador político, de las últimas décadas en Colombia; a sus fieles seguidores les queda la lección aprendida de la necesaria renovación, y lo dañino que es practicar un lenguaje contestario y excluyente.
Al expresidente Álvaro Uribe, le está llegando la hora de pensar sobre su honroso retiro, luego de ser de lejos, el más exitoso y persistente batallador político, de las últimas décadas en Colombia; a sus fieles seguidores les queda la lección aprendida de la necesaria renovación, y lo dañino que es practicar un lenguaje contestario y excluyente.
El presidente Iván Duque, debe poner el timón al centro; no al centro de su partido, sino al centro
de las realidades y los clamores del país; los sectores pura sangre de su colectividad, lo culpan de la derrota por su impopularidad; y esta dicotomía, ojalá
no le haga perder su objetivo de unir al país; es el presidente quien debe dar
el primer paso en esta dirección, y resarcir el sentimiento de fracaso de su partido en las elecciones regionales, pero solo si gobierna bien y para todos los colombianos.
Al presidente le sobra
generosidad y grandeza; cuando la ponga sobre la mesa, hasta sus más acérrimos rivales
podrán usarla como antídoto, para tan destructiva rebelión y disputa.
Escrito en Chía siendo las 20:00h del 28 de octubre de 2019
Buen articulo, válidas reflexiones y conclusiones, saludos.
ResponderBorrarMuchas gracias; va un fuerte abrazo.
ResponderBorrarExcelente análisis político
ResponderBorrarMi general que buen artículo, llevamos 200 años de guerra interna con diferentes nombres y hombres.la independencia dividió lo que la gierra unió.
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