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Notas sobre Corrupción, Polarización + Coronavirus.

Corrupción, Polarización+Coronavirus...
Estamos empantanados en un escenario pegajoso lleno de incertidumbres: la corrupción, la polarización + el Coronavirus; verdades que nos limitan, nos angustian, porque están llenas de desasosiegos; cada una de estas realidades, nos ha impuesto un cerco, una agenda en la vida cotidiana; juntas y revueltas, como decorado ideal de la política, nos tuerce el camino de lo fundamental: construir desarrollo humano, establecer una sociedad con más justicia y bienestar.
El señor expresidente Álvaro Uribe Vélez, y el senador Gustavo Petro: personalidades influyentes de la coyuntura política nacional. 

Por la fuerza de tan duras realidades, la corrupción y la polarización tensionan la opinión nacional; mientras que al Coronavirus en lugar de propiciar unidad, lo instrumentaliza la política adversa al gobierno.

La Corrupción: 
Los hechos demuestran que la corrupción se incrusta sin distinciones por todos los rincones de nuestra sociedad; en lo público y en lo privado; ha existido desde Matusalén; es inversamente proporcional a la falta de los valores cardinales teológicos y aristotélicos que deben caracterizar a los seres humanos: prudencia, justicia, fortaleza, templanza; Fe, Esperanza y caridad. 
La corrupción: fruto de una sociedad acostumbrada al camino fácil. No es suficiente el salario que se gana, no son suficientes los contratos en los que se gana y se desfalca. La corrupción lo quiere todo. 

El "hay que reducir la corrupción a sus justas proporciones", infortunada expresión del expresidente Julio Cesar Turbay Ayala, pareciera la intención de quienes se rasgan las vestiduras, cuando anuncian que no tolerarán el más mínimo asomo de corrupción en sus toldas, pero que no hacen lo suficiente por acabarla: actuar con rigor en los casos de corrupción, produce miedo y desprestigio.

La corrupción se comporta como un cáncer incurable, fruto de una sociedad enferma, que se acostumbró al camino del dinero fácil, a la guachafita, al jolgorio, al desorden; recientemente, herencia de la cultura que sembraron los carteles de la droga y del clientelismo que usa la política como una bolsa de empleos o bandidaje. Es tentadora; se presenta envuelta en papel regalo, se adorna, se perfuma; cautiva como el oropel; es propia de la vida muelle, epicúrea, de apariencias, de ambiciones sin límites.

La Polarización: 
Durante los últimos años, así como sectores políticos de la extrema derecha, pusieron su corazoncito en fuerzas extremas del paramilitarismo, también sectores políticos de la extrema izquierda, pusieron su corazoncito en las guerrillas sectarias; mucho bien harían ambos bandos al país, si en medio de su intransigencia, pusieran su gran corazón en La Paz de todos los colombianos. 

La polarización satura de lenguajes violentos, ofensivos y vengativos, a las mentes manipulables o distraídas del país. Por tanto ruido las voces moderadas pierden influencia; conquista y cautiva la convulsión, la controversia, los choques y las disputas; una opinión de quien piensa distinto, además de sufrir estigmatización y exclusión, es respondida con bullying y pedradas.

Entre tantas disputas encontramos liderazgos irreflexivos, irresponsables, incoherentes y sin pausa, muy a pesar que provienen de intelectuales, de mentes portentosas, de los ideales LibertadIgualdad y Fraternidad. No pocas veces, mentes admirables por su inteligencia, etiquetadas como defensores de La paz, han desnudado su incoherencia, rebeldía e inclinación por las hostilidades.

La rebeldía es una condición humana que flota en medio de la polarización y la corrupción; traduce regresión y guerra; invita a volverse contra la autoridad establecida en posición de querella o en estado de guerra.

Llevar la contraria en Colombia: costumbre bicentenaria.
Los líderes pueden ser amigos antes de declararse la guerra; los enemigos pueden ser amigos, antes que la historia los una. Los colombianos necesitamos que los políticos hagan la paz y que nos dejen en paz. 

Desde nuestra génesis como República, precursores y libertadores, empujados por los volcanes incontenibles de sus personalidades, permanecieron unidos y divididos: el sabio Caldas y Camilo Torres, no querían ni en pintura al precursor Antonio Nariño; los generales Páez y Flórez, no querían a Córdova, ni al general Santander; nuestro Libertador, ordenó fusilar al héroe de Maracaibo, almirante José Padilla y acabar con media población de Pasto; criollos, ancestros nativos, indígenas y mestizos del Sur y del Patía, fustigaron las tropas patriotas en su paso hacia Quito: primero las que iban al mando de Nariño, años más tarde las comandadas por el mariscal de Ayacucho, el general Sucre, y también, meses más tarde atacaron las tropas comandadas por el fundador de La Gran Colombia, el Libertador Simón Bolívar. 

Cada arremetida de los nativos de esas tierras contra las tropas patriotas, era estimulada por su insurgente lealtad al rey, a pesar que su polémico servicio solo otorgaba el título de simples "vasallos del reino de España".

La herencia de tanto ímpetu, egoísmos, individualismos y nuevos totalitarismos, la emoción colectiva, los compartimentos en multitud, los unanimismos y las confrontaciones, hoy la esgrimen las falanges de la política extrema; miles de sus seguidores estremecen con sus bramidos a una patria boba, por ceguera.  
La política entre rivales, debe encontrar concordia. 

Cada bando, acusa al otro como corrupto, violador, narco, o terrorista; entre más fuerte el epíteto, más los escuchan, más influyen, más seguidores ganan; más se torean sus bravas legiones; más dividen el país. Cada bando, en lugar de honrar a la ciudadanía con su buen juicio, busca el exterminio del otro; usa cualquier fin para desprestigiarlo, para enlodarlo, para acabarlo; el medio no importa; sirven los fines más pérfidos, mezquinos, obscuros de la política cruel, desprovista de corazón.

Pero se equivocan, porque al usar las mismas pérfidas estrategias, sumen a la política en un alto nivel de toxicidad, perversidad y mezquindad. Quien azuza, quien acusa, puede hacerlo a pesar de ser un bandido peligroso y declarado, desde la clandestinidad de las Águilas Negras, las disidencias o los elenos; puede hacerlo desde cualquier orilla o desempeñándose como activista reputado; todos acusan, todos se acusan; todos señalan, todos se señalan; esa es la inyección que contagia a millones de fanáticos sin vacuna.

La idea es destruir a mi rival a como dé lugar: cuando una de las falanges extremistas tiene los indicios de un servidor público como corrupto, enfila todas las baterías para destruir a la institución a la que pertenece el corrupto; no tienen el reparo de particularizar; la meta es desprestigiar a todos; ese es el juego de la política polarizada; todos son cortados con la misma tijera…, olvidando que cada colombiano es fruto de un país joven y multiforme, que se ha equivocado muchas veces; pero también olvidan que las instituciones están integradas por gente honesta y buena, que practican el respeto.     

Hoy como ayer, produce profunda desazón escuchar las revelaciones de corrupción en instituciones tan queridas a las que hemos servido; es por tanto, que quienes lideran al Establecimiento, deben actuar con severidad sobre quienes recae la responsabilidad del hecho corrupto; se debe castigar sin ningún tipo de miramiento.

Callar, pasar por alto, tapar la verdad, dilatar, no actuar con determinación cuando sucede el acto criminal, no contar la verdad en el momento del hecho por temor al desprestigio, golpeará siempre el corazón de la legitimidad de cualquier noble institución.

Cuando se pierde la confianza, la verdad permite recuperarla; pero cuando se teme a la verdad, al desprestigio, al juicio social, al pánico que produce aceptar crímenes y corrupción, la desconfianza seguirá plena; cuando se prefiere la doble moral, cabalgar sobre los privilegios, llevar el cargo de conciencia y la hipocresía..., la sordidez endurecerá la cerviz, ayudará a encontrar la triquiñuela para que se pase por alto y que no haya castigo.

Como seres humanos estamos llenos de todo tipo de errores y faltas graves; pero es mejor decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad; es mejor pasar una vez colorados y no mil veces descoloridos.

¿A quién echamos las culpas?
Si seguimos echándonos culpas…, señalando al Foro de Sao Pablo, a la izquierda terrorista, narco y asesina, a la derecha matarife y paramilitarista, a la ideología de cualquier raigambre, como responsables de montajes y ataques, seguiremos enfrascados en las luchas intestinas que caracterizan a nuestro aporreado país; hay que dar paso a la creatividad, a las metas comunes.  

Cada bando extremista de la política nacional, debe parar sus atropellos, cada institución debe individualizar a sus corruptos; necesitamos salir del pantano, tomarnos tiempo para construir el país que todos soñamos: allí donde los hijos y los nietos de los más acérrimos rivales, puedan vivir en paz. 

¿Qué hacer? contar las verdades sin tapujos; asumir responsabilidades, “dar el primer paso”, como nos lo pidiera el papa Francisco; avanzar con los diálogos improbables, establecer un acuerdo de paz entre la política nacional, que depongan odios, rebeldías y venganzas. 
La meta: que los hijos y los nietos de los más acérrimos rivales, puedan vivir en paz. 

¿Qué más hacer? que la política no use alianzas mortales; cerrar los espacios a la insensatez y la conjetura maléfica; desprendernos de la política extrema adversa a la construcción de paz; propiciar nuevos liderazgos entre voces moderadas sin lealtades ciegas; promover una nueva era de felicidad y respeto.

Que los servidores públicos no pierdan de vista, que la lealtad adquiere valor cuando se inspira en la Ética, en el buen ejemplo y en la autoridad moral; la lealtad ciega termina siendo criminal; la reputación puede adquirirse sin mérito, y perderse sin merecerlo; el buen ejemplo hace que la ética crezca, sin que ella se lo proponga.

Finalmente el Coronavirus nos ha llenado de la mayor incertidumbre; nos produjo un fuerte sacudón del que debemos salir fortalecidos. 

En la incertidumbre que nos produce Covid-19, aún no tenemos certeza de lo que viene en los próximos meses; no sabemos si esta próxima navidad será solitaria, por causa de una segunda oleada de contagio más intensa y peligrosa.

¿Cumpliremos nuestros sueños, perderemos el empleo, conseguiremos empleo, mantendrán nuestros salarios, podremos sobrevivir, podremos superarlo?

Con menos ceguera, menos egoísmos y alucinaciones, podremos superarlo; cada uno de nosotros tiene la respuesta en sus propias manos: si salimos de las cuarentenas a seguir haciendo más de lo mismo, a seguir enfrascados en las luchas intestinas, a deleitarnos entre la polarización, a revolcarnos entre la podredumbre de la corrupción, seguiremos siendo depredadores de la paz, de la vida y de la naturaleza. 

El Coronavirus, nos ha puesto en pausa mientras recapacitamos. Que Dios Todopoderoso, verdadera fuente de paz, de reconciliación y perdón, nos otorgue la sabiduría necesaria para salir de este pantano tan pegajoso, ruidoso y febril.

Escrito en Chía, en un día cambiante, con sol, nubarrones y llovizna, siendo las 15:08 horas del día 23 de mayo de 2020





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