Desde pequeño lo recuerdo perfectamente; siempre quiso vivir cerca de
su casa paterna, una gran manzana de mi abuelo Alfredo Colón, junto a la orilla
de las aguas heladas del río Gualí; lo que ganaba mi padre, no alcanzaba sino
para un arriendo en la misma cuadra donde de niño esperaba a mi abuelo, cuando
traía en la madrugada canecas llenas de pescado del Magdalena; con profundo
amor, mi papá lo esperaba junto con sus hermanos, y en familia preparaban pescado asado, en un horno de barro.
El amor a sus padres, los bellos recuerdos de infancia, lo acercaban a
vivir en la misma cuadra; por eso, vivimos con mamá y mis hermanos, arrendados en tres casas del camellón de los carros, una de las primeras calles que
surgieron en la hermosa Villa de Honda.
Las casas gozaban de amplios patios donde mi papá sembraba, maíz,
ahuyamas, ají, plátanos y naranjos dulces. Teníamos un conejo, gallinas, (nuestra
favorita: una saraviada y tuerta); habían ovejas, perros, y patos. Mi mamá
tenía lo necesario para alimentarnos y mi padre comenzó a trabajar en el
ministerio de obras públicas, empleo que le ayudó a conseguir el Dr. Julio César López, muy querido
cuñado de mi padre.
Mi papá iba al trabajo en bicicleta, luego, cuando un carro del
ministerio, lo recogía, yo lo esperaba en la esquina; cuando se
acercaba la hora de su llegada, con mis hermanos corríamos hasta el carro que
lo dejaba a la hora del almuerzo. Mi papá abría sus grandes brazos y nos
arropaba a los tres hermanos, llenándonos de besos y caricias; a Luis, el menor, lo subía en sus hombros; a mi hermano Jorge y a mí, a uno en cada brazo; era
fuerte, atlético, cruzaba el Magdalena por varios puntos y se zambullía durante
las noches, con los pescadores del remolino, a despegar atarrayas, cuando se atascaban
en las piedras del fondo del río.
Mi linda mamá, se unía a nuestra algarabía, y mi papá la besaba con
nosotros aún en sus brazos; alegres compartíamos la mesa.
Mi papá nos jugaba; siempre fue muy cariñoso; amoroso; de noche se levantaba y nos arropaba; nos llevaba a elevar cometas, nos llevaba
a pescar al río; nos conducía a montar la bicicleta, a pegarle al balón; nos
hacía trompos de madera con sus manos en el torno de su trabajo, nos hizo bates
de guayacán, y con los balones viejos, nos hizo las manillas de cada base; fabricaba
las pelotas con un alma de balín y esparadrapo; quedaban iguales a una pelota
de béisbol.
Mi papá tapaba las goteras del techo, arreglaba radios, relojes, hacía
joyería por herencia de un tío; arreglaba ventiladores, antenas de televisión,
ponía la energía en casas de amigos, hacía detergentes, leía las fórmulas químicas
que le había dejado el abuelo; en las noches, yo lo acompañaba a hacer
declaraciones de renta, pues debía hacer otros oficios, porque el salario de su
trabajo, no le alcanzaba para todos los gastos del hogar. Mi padre hacía
puertas y ventanas de hierro, soldaba a rayo de sol para entregar los pedidos,
tuvo una tienda con mi mamá que le llamamos “Los tres hermanos”; le fiaba pan y
provisiones a los vecinos, que pagaban a final de mes.
La primera casita que compró con ahorros a la Caja Agraria, él mismo
la pañetó, con el maestro Jacinto; pusieron los pisos, hicieron las puertas, los baños, y todas
las mejoras, pues la casita, mis padres, la recibieron en obra negra; a los pocos meses de vivir en esa linda casita, gestionó para que pavimentaran la calle.
Mi papá trabajaba mucho y ayudaba a sus compañeros; era solidario y
buen amigo; le gustaba charlar, tenía un buen lenguaje; solo hizo hasta segundo de primaria; poseía cualidades de líder;
fue nombrado presidente del sindicato de trabajadores del ministerio de obras públicas
con sede en Honda y jurisdicciones vecinas; ayudó a gestionar tierras donde se
construyó un barrio para los obreros del ministerio; subía a Bogotá en Rápido
Tolima, Expreso Bolivariano, o Taxi, a la sede de la UTC, para gestionar las
cesantías y garantías laborales de sus compañeros; yo lo acompañé varias veces
a la sede de este sindicato en la carrera décima en el centro de Bogotá.
Los compañeros sentían sincero cariño por mi padre, formaron un equipo
de fútbol; por su corpulencia, mi padre era defensa central; me enseñó a querer
al Millonarios de Pedernera y Di Stéfano, de Carrizo y de Maravilla Gamboa;
siempre fue diligente y consagrado, soñaba que fuéramos a las universidades;
quería que mi hermano Jorgito fuera médico; me animaba a ingresar a la marina;
siempre quiso el ejército, pues fue soldado de la patria; sirvió en un batallón
con sede en Chita, un pueblo al norte de
Boyacá, fundado por un sacerdote en 1727; se alistó para ir a la guerra de
Corea; si eso hubiera ocurrido, quizás no hubiera conocido a mi Santa mamá; alcanzó
a ser corneta de la banda de guerra de su batallón y conocía perfectamente las dinámicas
de las guerrillas liberales, de la violencia que desataron los partidos políticos;
me hablaba de los horrores de Sangre Negra y de Desquite.
En nuestra adolescencia, logró hacer unos ahorros por sus buenas
ventas en los trabajos de ornamentación, y nos llevó por primera vez a conocer
el mar; en Cartagena puede observar a los guardiamarinas de la escuela naval y
mi padre me insistía: “mijo; ojalá se presente en la marina”. Desde entonces me
enamoré de la Armada Nacional de Colombia; mi papá tuvo que trasnochar para
conseguir los fondos que significaban la matrícula en la Escuela Naval de Oficiales
Almirante Padilla.
Hoy, día internacional del trabajo, día de los trabajadores, lo
recuerdo con profundo amor y cariño; él fue mi gran amigo, mi ejemplo para el trabajo; me decía que el
trabajo había que merecerlo, que nunca faltaría; poseía una fe portentosa:
siempre hay que hacer, hay que inventar, hay que diligenciar, hay que gestionar;
mijo: el trabajo es bendito.
Mi papá fue un incansable y gran trabajador; amaba lo que hacía; lo que
llevaba a nuestra casa, lo ganaba con el sudor de su frente; con su ejemplo, me
enseñó a amar a Colombia, me enseñó a respetar, a querer a la gente.
Nunca lo noté cansado, ni sentado en horas de trabajo; en sus oficios silbaba,
boleros y bambucos, pasillos y guabinas; noté siempre en él un entusiasmo sin
igual en todo lo que emprendía; se levantaba temprano; cuando trasnochaba por
hacer otros oficios, no fallaba a su trabajo formal.
Mi padre amó lo que hacía; nos enseñó que las oportunidades de trabajo,
siempre existen; al final, ya jubilado con el salario mínimo, comenzó a vender
casas, fincas; incursionó en el mercado inmobiliario de Honda; se transformaba;
se reinventaba; aprendió a hacer pan aliñado, tan rico como el de la panadería
El Néctar de Mariquita; hacía despachos y vivimos de sus ventas; nunca lo vi
temeroso porque le faltara el trabajo; siempre confiaba en que conseguirá que
hacer, para llevar la carne del día a casa.
En nuestro hogar, tuvimos estrictamente lo necesario, y si nos faltaba
un juguete, mi padre lo inventaba; nos hizo carros de balineras, le puso un
pito de corneta, y un freno con resorte, de donde pendía una chancleta de llanta
de carro. Antes de partir al cielo, mi padre tuvo la gran alegría de saber que mi hermano menor, también se hizo oficial de la marina de Colombia. Siempre otro querido hermano, el que me sigue, ha estado velando muy cerca a papá y mamá.
Hoy lo recuerdo mucho en este día, y le doy gracias a Dios por haberme
regalado un papá tan lindo; un trabajador consagrado; tengo la absoluta
certeza, que desde el cielo, anima a nuestras familias, y que hoy descansa tranquilo en
los brazos de Dios.
Feliz día del trabajo….
Escrito en Chía, el día viernes 1 de mayo, del año 2020, siendo las 14:52 horas, en un día con llovizna pertinaz y feliz.
Mi General Colón, tuve la satisfacción de conocer a su padre don Rafael, grandes amigos con mi padre Fernando Diaz, vecinos del Barrio El Triunfo, uds viviendo en la manzana dos y nosotros en la uno. Conozco a doña Fany, excelente mujer consagrada a su hogar. Con su hermano Lucho somos de la misma época, por ud un gran ejemplo de los hondanos de verdad a seguir. Lo admiro mucho mi general. Feliz día del trabajo.
ResponderBorrarMuchas gracias querido Fernando Jr. Mil gracias por tus nobles y bellos comentarios. Tu padre, gran amigo de mi familia, hincha del Santa Fé. abrazos de corazón. Dios los Bendiga siempre.
BorrarQue lindo relato!!!
ResponderBorrarMil Gracias; es usted muy gentil; es usted muy amable. Abrazos de corazón.
BorrarAyer mi querida madre leyó este contenido; me dijo que lloraron sus ojos al recodar a su esposo, a mi bello padre. Me contó además una linda anécdota.
ResponderBorrarViviendo en Armero, antes de la erupción del volcán nevado del Ruíz, con mi hermano menor, quien nació semanas luego del fallecimiento de mi segundo hermano Jorgito, hubo un día en el cual no tenían para el almuerzo. Mi padre afanado salió a la calle a buscar algo que hacer; a los minutos mi mamá que lo esperaba en la ventana, vió a papá venir corriendo y con una sonrisa le lanzó un billete; apenas alcanzó a decirle: "mija compre lo del almuerzo que ya vengo". Luego de un par de horas, mi padre regresó y contó a mamá que había pasado por la funeraria y que saludó al dueño, quien le había dicho que tenía que llevar a un difunto, pero que el conductor no aparecía. Mi padre, enseguida con alegría le dijo al de la funeraria: "Yo manejo y le llevo el difunto al cementerio". Por eso, con la paga del servicio del cortejo fúnebre, ese día en casa, hubo un gran almuerzo.