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Gustavo Petro es nuestro Presidente...




A partir del próximo 7 de agosto, por primera vez en la historia de nuestro país, atraca sobre el muelle de la casa de Nariño, un inquilino de la orilla izquierda de la política nacional. Gustavo Petro, lleva encima una historia que para muchos es un estigma y sus detractores no le perdonan haber sido miembro del M-19, un grupo guerrillero desmovilizado en 1990, que propició uno de los episodios más trágicos en la historia del país.

Gustavo Petro tiene una polémica vida pública marcada por su pasado revolucionario, pero también por su papel como senador y alcalde de Bogotá. El nuevo presidente de los colombianos, iniciará su gobierno signado por lo que lo ha caracterizado en sus discursos cargados de pasión, al punto que su verbosa dialéctica, transmitió sentimientos de desprecio, odio, rencor y deseos de venganza.

Si bien su discurso en la noche victoriosa fue conciliador e integrador, invitando a construir consensos y unidad nacional, solo hasta las primeras semanas de su gobierno sabremos si lo que siempre nos dijo, es su carta de navegación para el período 2022-2026; es decir: hacer un cambio disruptivo irrealizable, irresponsable, sin estudios, ni planificación, sin medir sus impactos en la política social, económica, minero energética, de seguridad y defensa del país, teniendo como fundamento la lucha de clases, quitándole al que tiene, para darle al que no tiene, sin contar con suficientes recursos, alternativas probadas y sin tiempo para promover tales cambios que van en contravía de la racional democracia que lo llevó al poder. En pocos meses, nos daremos cuenta si evidentemente instaura una dictadura, o si por el contrario, prima la sensatez de sus matices discursivos de las últimas semanas antes de su elección.

Pánico y Desconfianza... El electo presidente Petro, tendrá que alejar los fantasmas, el pánico y la desconfianza que sentimos quienes poco o nada le creemos y esa es la mitad del país que no lo respaldó. Su lenguaje virulento nos ha marcado; difícilmente los uniformados de las Fuerzas Militares y de Policía, olvidan la generalización, estigmatización y señalamientos que hizo con marcado desprecio a lo largo de su campaña política.

Tal discurso populista, con el que logró aumentar el odio en las hordas más delirantes de sus seguidores y que desde las “líneas de la insurrección urbana”, llegaron a paralizar, desabastecer e incendiar el país, mantienen vivos los fantasmas del miedo que sentimos por Gustavo Petro.  

Qué campaña tan tóxica: por fortuna terminó esta tóxica campaña cargada de trampas, mentiras y engaños que estos tiempos aceptan como mecanismo válido para hacer la política. Nada puede hacer la justicia, ni la ética, frente a la masa de seguidores que se obtiene a través de las redes sociales, cuyos seguidores se agarran de una de las orillas que mejor agrede, la que mejor ridiculiza, la que mejor irrespeta. Así de sucio y bajo se volvió hacer política. 

En mi caso, interminables noches sin dormir, al tratar de calmar los fantasmas al asecho de tanta disputa sin fin, convertida en espantos. En las últimas madrugadas, sobre las paredes de mi cuarto se aparecía el fantasma de Petro. En serio, lo observaba con su tono burlesco y desafiante, sus terminaciones de frases me aturdían y pedía a Dios, que lo alejase y me dejara descansar.  

Es la enfermiza resultante de la forma como se hace política en Colombia y porque quienes amamos la política, nos quitamos la paz, con tal de estar activos, creyendo que nuestras opiniones van a lograr influenciar en quien piensa distinto. Tremendo error quitarnos la paz y olvidar que lo más importante es la vida, nuestra familia, el futuro de Colombia y no un político.

Una nueva realidad política: tanto Gustavo Petro, como el ingeniero Rodolfo Hernández, son nuestra nueva realidad política. Ambos, a su manera, trazaron un nuevo camino de lo que los colombianos pensamos debe ser la política. Cada uno de los bandos interpretando el cambio como lo arrojaron los resultados de las elecciones y cada uno de los electores, interpretando el cambio como bien nos lo hizo sentir el candidato de nuestra preferencia durante la contienda.

Pese a todos los esfuerzos, Gustavo Petro ganó en franca lid. Su rival el ingeniero Rodolfo, con la franqueza y sencillez que lo caracterizó a los pocos minutos lo reconoció, desde su hogar y sin parafernalias. No dispuso de una maquinaria como la que le montó Petro y por tanta argucia que imprimió, le ganó.

La diferencia más notoria durante la noche en que ganó Petro, es que quienes no votamos por él, nunca se nos ocurriría salir a incendiar el país; fue la mejor lección que pudimos dejar al final de la contienda. Las autoridades a tiempo reaccionaron para poner a buen recaudo a los agitadores que se preparaban para incendiar nuestras calles, en caso que su candidato no ganara.

La campaña final del ingeniero, pudo tener una mejor conducción, sin duda. Optó por su genialidad y autenticidad, por un equipo de jóvenes prominentes y colaboradores espontáneos que surgieron como luces destellantes que nos animaban, con inusitada euforia y Esperanza. Otra línea de conducción en las dos últimas semanas al interior de la campaña del ingeniero, hubiera angustiado mucho más el resultado final.

Los seguidores del señor expresidente Uribe, mucho análisis y reflexión tendrán que hacer. Es tiempo para definir quién llevará el timón de la oposición. Personalmente aprecio la inteligencia de Enrique Gómez del Movimiento de Salvación Nacional, la autenticidad y valor de Rodolfo Hernández y la pausa reflexiva del ex candidato Fico Gutiérrez, como los mejores exponentes de una seria oposición que bien le haría a la democracia, sin voces delirantes que incendien más pasiones, ni al fervor de los más bravos seguidores petristas.

Al final, la Democracia y la Institucionalidad que tanto degradó y desprestigió el nuevo mandatario, es la que lo llevó a la Casa de Nariño; lo que demuestra lo equivocado y mentiroso del discurso que eligió a Petro.

Nos corresponde defender el país con amor y con fe. Quien intente destruir lo construido, seguir desprestigiando a nuestras instituciones, el esfuerzo de tantos colombianos trabajadores honestos que generan riqueza, o si insisten en instaurar una lucha de clases obstinada y vetusta como discurso de gobierno, pues no podemos permitirlo.

La duda que nos deja Gustavo Petro, el nuevo presidente de los colombianos, es si gobierna con su obsesión extrema de siempre o si gobierna con el tono conciliador de las últimas semanas.

Lo escrito y dicho está. “la riqueza es de quien la necesita, no de quien la crea…; Quien posee riqueza, en cualquier medida, es en esencia un enemigo del pueblo…; la propiedad es casi siempre un hurto a los pobres y la Colombia Humana se encargará de redistribuir, en bien de ellos, lo que otros injustificadamente aluden como propio”; son palabras del vocabulario de Gustavo Petro que en decenas de ocasiones le escuchamos de sus propios labios.

Qué sigue: veremos entonces si Gustavo Petro sigue la línea de la agenda Progresista Internacional, la Revolución Cultural que se propende desde el mismo seno de la ONU, desde Organismos Internacionales de Cooperación, desde Organizaciones no Gubernamentales y desde varios países con gobiernos de izquierda progresista, que sí tienen mejores recursos que el nuestro, más educación, más desarrollo y las desigualdades nunca comparables con la nuestra.

Tamaño error el de los Progresistas que quieren hacernos en el corto plazo iguales a Canadá, Dinamarca o Rusia. Cada país tiene sus propias capacidades y autenticidades y a partir de allí, es desde donde se construyen deberes, derechos y libertades.  

Soy optimista en que Petro, haya interiorizado el desastre de la izquierda latinoamericana y opte por su discurso más conciliador de las últimas horas. Entonces no se destruirían las Instituciones, el Capital, lo que está bien hecho por otros gobiernos, ni nuestra economía; habría sensatez en el manejo de lo público y tendríamos a un nuevo presidente en 2026, al que sería grato apoyar con menos pasión y con más  inteligencia. Todos nos volcaríamos a apoyar el gobierno Petro y a quien lo reemplace en cuatro años. Un buen Gobierno del electo presidente de izquierda, lo pondría en el pedestal más alto de nuestra historia; sería una estupenda lección de humildad y de grandeza política.

De lo contrario, de cumplir con lo que siempre pregonó en su carrera política, todos sufriremos, padeceremos y estaríamos en pie de lucha. Los más perjudicados en un gobierno bajo el mando de un tirano, siempre serán los ciudadanos con menos recursos.

Insisto: Gustavo Petro es un hecho político, democrático, histórico, incuestionable. Es nuestro Presidente...

En lo que mal hicieron o dejaron de hacer los gobiernos recientes y los servidores públicos que conformaron las instituciones de gobierno, así como en los últimos alcaldes y gobernadores, es que recae este cambio de tercio; esta lección que debemos aprender.

Pese a los justos temores, los colombianos deseamos que Gustavo Petro, gobierne bien y que al país le vaya bien.

La vida sigue y eso sí que es lo más valioso.

Que Dios siga bendiciendo a nuestro hermoso país.

Brigadier General Rafael Alfredo Colón Torres.

Escrito en Chía Cundinamarca el 20 de junio de 2022 a las 21:30h



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